Carta a un(a) chileno(a) sobre la situación actual (III y última)

Tercera parte de “Carta a Un/a Chileno/a” por Gustavo Rodriguez.


Carta a un(a) chileno(a) sobre la situación actual (III y última)

—A Joaquín García Chanks y Marcelo Villarroel Sepúlveda, compañeros y co-conspiradores.

Continuemos el asalto a lo existente por todos los medios, sin inmutarnos por quienes nos silenciarán con las armas de reserva de la reacción, ya sea la patada de la bota democrática, la charla vacía de opinión o los llamados de sirena de los dulces hombres de la esperanza.”

Jean Weir; Palabras domesticadas desde un corazón salvaje.

Quien está decidido a llevar a cabo sus actos no es una persona valiente, es simplemente alguien que ha clarificado sus ideas, que se ha dado cuenta de la futilidad de esforzarse en jugar bien el papel que le ha asignado el Capital en la representación. Consciente, ataca con fría determinación. Y al hacerlo se realiza como ser humano. Se realiza a sí mismo en el placer. El reino de la muerte desaparece ante sus ojos.

Alfredo Maria Bonanno; Selección de Textos.

Terminemos de una vez por todas con los ilusionismos de la

dialéctica. Los explotados no son portadores de ningún proyecto

positivo, así fuese la sociedad sin clases […] Su única comunidad

es el Capital, de la cual solo pueden escapar a condición de destruir

todo aquello que los hace existir como explotados…

Ai ferri corti.

Cuando se escriba la Historia –así con mayúsculas, esa que siempre han escrito y escribirán los vencedores– sobre la insurrección generalizada en Chile a finales de la primera década del siglo XXI, habrá que leerla con meticulosidad extrema, ya que en ella quedarán plasmadas las supuestas motivaciones de la “crisis” que produjo la revuelta.

Una vez más, prevalecerá el análisis economicista –con énfasis en “la obscenidad de la miseria” que ha provocado esa denominación incierta que llaman “neoliberalismo”– y, la poca capacidad negociadora de un gobierno soberbio que no supo atender las demandas populares y optó por la continuidad de un régimen de corrupción e impunidad, heredero (constitucional) de una de las dictaduras fascistas más sangrientas del continente americano.

Sin embargo, nada quedará registrado de esa potencia anónima que le dio forma a la rabia de la desesperanza, de ese accionar nihilista que se transformó en energía arrasadora interrumpiendo la normalidad y atacando despiadadamente la realidad que nos oprime.

Esta potencia será invisibilizada (en el mejor de los casos) y/o, reducida a una turba de «elementos anarquistas y lumpen, amén de grupos aliados a narcotraficantes para desatar saqueos y vandalismos»i, haciendo ahínco en la condición pacífica de la “legitima” protesta y la trascendental importancia del nuevo fetiche constitucional como garante leguleyo de “las necesidades del Pueblo”.

De tal manera, quedó registrado a lo largo de veintidós páginas en un panfleto con pretensiones literarias escrito por el intelectual socialdemócrata Ariel Dorfman y publicado oportunamente por el Fondo de Cultura Económica (FCE)ii.

Empero, este tipo de especulaciones siempre se esperan de los letrados al servicio de la izquierda del Capital. Como también eran de esperarse las nuevas adaptaciones al libreto marxiano contemporáneo, en franca tentativa resucitadora de una ideología caduca y comprobadamente fallida que quedó sepultada en el cementerio de Highgate hace más de un siglo.

Por eso hoy –no mañana– nos toca el consecuente ejercicio de hacer historia a contrapelo (Benjamin, dixit); es decir, de potenciar la narrativa insurreccional, esa que no se escribe con tinta sino que se hilvana y borronea con nafta y dinamita en el libro de nuestro propio cuerpo.

Llamamientos y propuestas panfletarias

Si bien la verborrea leninoide –desde el Partido Comunista de Chile (PCC) hasta los bolcheviques extraparlamentarios (léase Frente Patriótico Manuel Rodríguez-Autónomo; el Movimiento de Izquierda Revolucionario-Ejército Guerrillero de los Pobres y; los remanentes del MAPU-Lautaro)– apegada a la retórica economicista, no dista mucho del análisis de Dorfman; también es cierto que (a diferencia de este personaje y del PCC) los pocos grupos leninistas que aún permanecen al margen de las instituciones, hoy enaltecen la “espontaniedad de la violencia” y aplauden la “autogestión en las calles”, pasándose por el arco todas las tesis de papá Vladimir en sus encontronazos dialécticos con Rabóchei Dieloiii y, mostrando su legendario oportunismo a través de una puntual mercadotecnia –destinada al consumo en masa– que intenta vendernos chatarra a toda costa.

Así lo manifiesta el pasquín publicado por el FPMR-A y el MIR-EGP, que han distribuido en algunas de las zonas urbanas más radicalizadas y con fuerte tradición de lucha (Villa Francia, Lo Hermida, Maipú, la Florida, Puente Alto, entre otras.), innovando un travestismo semántico que celebra: «las luchas que tienen nuevas dinámicas de organización, de modalidades, de expresión, de medios y convocatoria» y, aplaude «La contradicción modernidad y consumo global versus parto cosmogónico, autonomía y autogestión»iv.

Por si esto no fuera suficiente (para vomitarnos), agrega: «Las reivindicaciones feministas no son sólo para las mujeres, sino condición indispensable para una sociedad libertaria, sin dominación, de ahí su aguda dimensión política»v. Continúa con la pretensión de que ésta prolongada insurrección: «sea el reflejo de una nueva forma de construirnos como sujetos sociales, una forma de poder popular insurgente y comunitario que lejos de buscar un conjunto de normas o una forma de gobierno que nos rija, siempre tenga el propósito de luchar una y otra vez por la disolución de toda forma de alienación, dominación, autoritarismo, injusticia, despojo y represión. Que sea a la vez expresión política de la vida organizada en redes solidarias y horizontales de las comunidades y territorios»vi. Y, para cierre, a modo de declaración de principios, machaca: «Nuestro horizonte es desplegar nuestros propios mundos y formas de vida para construir una subjetividad emancipada y terminar con toda dominación. Luchamos por crear un poder propio, autónomo y autogestionario […] Nuestro horizonte es libertario, incompatible con la moderación que requieren los poderosos para mantener sus privilegios […] La verdadera paz, con justicia y dignidad, es finalmente el objetivo más preciado de una revolución social y libertaria».vii

Justo desde este nuevo epítome, los leninistas extraparlamentarios han comenzado a impulsar las llamadas “asambleas territoriales” en un ensayo más por recuperar –en términos político-ideológicos– la (hasta ahora incontrolable) insurrección, ensayando un confuso guión con afinados matices demagogos que pone de manifiesto la poca recepción de su soflama entre las y los jóvenes protagonistas de la revuelta, evidenciando el nulo arraigo del marxismo leninismo en el nuevo no-sujeto subversivo (imposible de sujetar) que hoy incita a la insurrección a lo largo de la geografía chilena y, la urgente necesidad de camuflaje: la inmemorial estrategia del lobo disfrazado de abuelita asechando a Caperucita.

En este mismo tenor, reaparecieron en escena, los “marxistas revolucionarios”, autodenominados “comunistas internacionalistas”, aportando sus elucubraciones al groucho marxismo posmoderno. Y, como era de esperarse, no escatimaron a la hora de rechazar la farsa constituyente y reafirmar su repudio a toda la pestilencia parlamentaria, denunciando, de paso, el histórico oportunismo de los bolcheviques chilenos. Sin embargo, corroboraron coincidencias en torno a las llamadas “asambleas territoriales” promoviendo su proliferación.

Con tal objetivo, pusieron en circulación un nuevo comic intitulado “Ya no hay vuelta atrás”viii, editado a la sazón por el Grupo Comunista Internacionalista (GCI), que no ha dejado de sorprenderme por el estratégico reacomodo semántico del discurso en su reiterado afán de reclutar incautos en tiendas anárquicas.

Vale señalar el superlativo cinismo con que ha sido redactado el panfleto en cuestión, donde además de reconocer que «la rebelión del 18/10 fue espontánea, popular, masiva y anárquica» llegan a admitir, sin aparentes cortapisas, que «en esta nueva oleada global de rebeliones contra el sistema de dominación las insurrecciones ya no tienen por horizonte una “conquista del poder” (como se entendía desde las revoluciones burguesas: mediante la captura del poder estatal), sino que son verdaderas “insurrecciones permanentes” que desafían al poder»ix.

[¡Waooo! ¿dónde quedaron las tesis de orientación programática y aquel anhelo de instaurar la Dictadura del proletariado para la abolición del trabajo asalariado? ¿acaso abandonaron el dogma de la religión fundada por el mayor de los hermanos Marx y abrazaron entusiastas el desparpajo iconoclasta de Bakunin? ]

Ya ni mencionar la fastuosidad con que remarcan las diferencias entre «las revoluciones burguesas» y, «las verdaderas “insurrecciones permanentes”», echando mano de las teorizaciones contemporáneas del informalismo anárquico que tanto han criticado durante la última décadax.

Pero, lo que más me asombró del nuevo panfletillo del GCI, fue la reconceptualización que hacen de la idea de “clase”, introduciendo la noción de «clase/especie»xi en un intento desesperado –e increíblemente arbitrario– de subsumir dentro del concepto “proletariado” a toda la especie humanaxii. Aunque tampoco podemos soslayar el conveniente reajuste teórico que innovan en derredor de “la revolución social” como «una posibilidad para la humanidad de reconciliarse consigo misma, con los otros animales y con la naturaleza»xiii, en guiño desvergonzado a los partidarios del Frente de Liberación Animal (ALF) y al anarco-ecologismo radical nucleado en derredor del Frente de Liberación de la Tierra (ELF); ambas posturas muy criticadas en el pasado por este grupo marxiano que atribuía una “visión ideologizada”, propia del “desviacionismo pequeñoburgués”, a estos colectivos en lucha por la Liberación total y contra la domesticación de lo salvaje.

Pese a la absoluta desfachatez de su nuevo discurso cazabobos, lo verdaderamente preocupante es la evidente concomitancia de todos los clanes de ascendencia marxiana en torno al desarrollo de las “asambleas territoriales” como vehículo eficaz para la resolución de problemas y tareas (de “orden práctico”) de cara al futuro comunizador:

«lo que tenemos claro es que las asambleas territoriales son órganos creados a partir del 18 de octubre por las comunidades en lucha. Nuestro lugar es ahí, donde tendremos que por una parte discutir abiertamente con quienes abrazan más o menos conscientemente posiciones institucionalistas y socialdemócratas, que se expresan hasta ahora en un sentir mayoritario a favor de un “proceso constituyente”.»

«Pero no se trata sólo de eso: el mayor potencial de las asambleas territoriales, en la medida que mantenga su autonomía, actuando desde afuera y contra el Estado, tiene que ver con cuestiones y tareas de orden práctico (auto-defensa, alimentación, comunicaciones, cuidado de niñxs y adultos mayores) que habría que empujar hacia sus límites para poder plantear a partir de ellas los objetivos comunizadores.»

«Las asambleas son el espacio desde el cuál pueden surgir nuevas formas de relación social, que superen y manden al basurero de la historia a las relaciones sociales capitalistas. Se hace necesario coordinarlas a todasxiv (Subrayados míos).

Y ya que estoy encarrilado en esta reseña crítica de la producción panfletariaxv en el ámbito de la insurrección en la región austral, lamento no poder incluir en este texto el análisis de los neoblanquistas. Me comentan –algunos enterados– que el folletín del Comité (Central) Invisible sobre los acontecimientos en Chile, aún se encuentra en preparación. Todavía no están listas las acostumbradas traducciones simultaneas. Así que habrá que esperarse; aunque no se requiere demasiado ingenio para vislumbrar el total apoyo a las “asambleas territoriales” por parte de los adalides invisibles en su avidez “comunizadora”.

Seguramente recurrirán a los malabares semánticos y, de nueva cuenta, establecerán un falso dilema como aquél que urdieron entre “asambleas” y “campamentos”, instaurando diferencias inexistentes y cambiando un término por otro. Quizá en este momento recurran a su vieja circunscripción favorita, apelando a su adorable “comuna” e insistiendo en que “la autoorganización” de la vida cotidiana (alimentación, guarderías, infraestructura, enfermería, etc.) es el “paradigma del habitar” y que éste no se manifiesta en las asambleas generales pero, curiosamente, en la práctica, en todos los campamentos instalados en las plazas okupadas, era la asamblea –en nombre de la democracia directa– la que regía y determinaba el curso de los acontecimientos. Esto pudimos constatarlo en todas las rebeliones y protestas de los últimos años (el “movimiento piquetero” en Argentina, la “comuna” de Oaxaca, la “Primavera árabe”, el 15M español, Syntagma, “Occupy Wall St.”, Gezi…) y, por ello, su pronta recuperación sistémica.

Pero los neoblanquistas no sólo concordarán con los “marxistas sinceros” (como cariñosamente llaman a los militantes del GCI y a los sobrevivientes de la autonomía marxiana) e incluso, con los leninistas extraparlamentarios, en la “necesidad” de la extensión de las asambleas territoriales en Chile; en aras de la armonía ideológica; también coinciden con ese elenco en la añoranza por la Revolución («las insurrecciones han venido, no la revolución»xvi), considerando la insurrección una suerte de intentona “menor”, algo que aún no cuaja: «una brecha dentro del reino organizado de la necedad, la mentira y la confusión»xvii; el síntoma furtivo que puede hacer viable la posibilidad revolucionaria en las sociedades centrales y, con mayores oportunidades, en las sociedades periféricasxviii.

Las Islas felices

Si bien es cierto que no me tomó por sorpresa la cómoda articulación de los partidos neoplataformistas (anarco-comunistas) chilenos con el discurso político en favor de las asambleas territoriales –tampoco me extrañó que impulsaran desde los primeros momentos la propuesta de Asamblea Constituyentexix de la mano de leninistas y allendistas–; uno esperaba que desde los posicionamientos informales de la praxis anárquica contemporánea se insistiera más en una reflexión teórico-práctica renovada que refutara de manera contundente las inercias y los ritos democráticos, asumiendo que la práctica no admite caprichos ni miopías ideológicas, conscientes que el anarquismo no puede ser concebido como un ceremonial litúrgico ni como un axioma inmutable ni como una realización inquebrantable sino como tensión inconmovible, encarnada en una nueva forma de insurrección, distinta e incluso opuesta a la insurrección mecánica (tradicional) y a la insurrección orgánica (instrumental y de acuerdo a un programa) a la que quizás podríamos denominar insurrección permanente.

Sin embargo, algunos nucleamientos de la galaxia informal en Chile, le han apostado a las prácticas democráticas y han optado por avivar las asambleas territoriales; olvidando que la democracia bajo cualquiera de sus formas (representativa, asamblearia, directa, popular, etc.) es enemiga de la Anarquía. La potencia anárquica no radica en las asambleas sino en su aliento destructor manifiesto en miles de prácticas diferentes. En las asambleas se asfixia la responsabilidad individual, la libre iniciativa y el disenso, en busca del consenso se separa el verbo de la acción, se induce al inmovilismo, se neutraliza la insurrección.

Frente a estas desvirtuaciones, aspiré entablar un diálogo abierto y fraterno con

varios compañeros afines a la tendencia informal anárquica, de probada trayectoria insurreccional, con la intención de evitar a tiempo un desenlace contraproducente (la recuperación política de la insurgencia) y/o, lo que es peor, una profunda decepción que inmovilice por décadas el significativo avance del accionar insurreccional del anarquismo informal en la región chilena. Lamentablemente, muchas compañeras y compañeros ven con gran simpatía la función de las “asambleas territoriales” y la interpretan como una herramienta autónoma que da –o puede dar– atención de manera “autogestiva” a las tareas de orden práctico (alimentación, comunicaciones, servicios sanitarios, auto-defensa, etc.) a nivel comunitario.

Desde luego que entiendo que en la cotidianidad de la insurrección se manifiesten este tipo de inquietudes frente a las necesidades y urgencias comunitarias y que, como personas sensibles y solidarias que somos, queramos (o intentamos) darle solución, desdeñando todo lo aprendido de las experiencias pasadas y repitiendo los mismos errores de siempre.

Claro está, en todo esto, tenemos que reconocer que hay mucho de adulteración, deformación, asimilación, omisión y reacomodo, de la historiografía anarquista –particularmente anarcosindicalista–, que le ha otorgado a ciertos episodios de nuestra travesía sediciosa un aura mitológica y, esta visión distorsionada se ha prolongado hasta nuestros días con el telón de fondo y la referencia insustituible de la Revolución española de 1936.

Exactamente en este punto, quiero traer a colación una reflexión oportuna de los compañeros y compañeras que editan la revista Kalinov Most que subraya una carencia que comparto plenamente: «Aprendemos de experiencias pasadas, pero necesitamos actualizarlas»xx. Esa necesidad de “actualización” de la teoría pero, sobre todo, de la práctica anárquica, se hace evidente no sólo en la insurrección chilena sino en todas las revueltas mundiales donde de una manera u otra participan y/o inciden nuestros compañeros y compañeras. Evidentemente, dicha actualización sigue siendo nuestra asignatura pendiente.

En esta misma contribución del colectivo editorial de Kalinov Most –escrita desde las entrañas–, a modo de “raudo balance” de la insurrección generalizada contra el Estado chileno, donde predomina el corazón y las ganas de ser consecuentes con los principios anárquicos (mismos que recalcan una y otra vez en cada intento de respuesta ante las interrogantes que van surgiendo sobre la propia lucha), acto seguido de la reafirmación en torno a la necesaria actualización teórico-práctica, exponen: «Siempre hemos apostado a que nuestros medios se encuentren directamente acorde a nuestros fines, pues entonces, desde las proyecciones anárquicas informales y negadoras, nos permitimos soñar despiertos mirando el presente. ¿Cuáles son nuestros fines?»xxi. Y, aunque no dan respuesta directa a la interrogante, inmediatamente afirman: «Apostamos por la asociación entre pequeñas comunidades, que apoyen y aporten entre sí, sin estructuras estables por sobre los individuos, manteniendo la tensión permanente y el cuestionamiento permanente sin nunca creer en una realización ni final ni finalizada. Nuestras prácticas en el presente tienen que saber ir en esa dirección»xxii.

Empero, pese al reconocimiento consciente de que la Anarquía no es una realización sino una tensión permanente, esta declaración no responde a la necesaria “actualización” teórico-práctica que mencionaban anteriormente. Al apostarle a «la asociación entre pequeñas comunidades, que (se) apoyen y aporten entre sí» –lo que de hecho sí implica una realización–, no hacemos otra cosa que calcar al pie de la letra el “manual revolucionario” de 1936. Evidentemente, bastante trasnochado.

Visto desde la perspectiva que nos ofrece la distancia enorme que nos separa de aquellos hechos, la Revolución española parece haber sido el canto de cisne del anarquismo clásico; sin embargo, a pesar del impacto que produjo en el inconsciente colectivo de aquellos anarquistas la icónica frase de Durrutixxiii, no se demolió asaz –dejando en pié demasiados templos, puentes, almacenes, manicomios, fábricas, cárceles y cuarteles– ni se expropiaron los bancos ni se desmanteló la producción ni se destruyó el trabajo (pretendiendo que éste podía liberarse a través de las mismas cadenas de montaje capitalistas con sólo apoderarse de los medios de producción). Hoy, el desenlace de la Revolución española es bien conocido: la inmediata recuperación sistémica en manos del fascismo.

Con la asociación de pequeñas comunidades «que (se) apoyen y aporten entre sí», como plantea entusiasta Kalinov Most, a lo sumo se concretaría una confederación de islas felices que sin duda podría resolver las necesidades comunitarias inmediatas –mientras le muestra al sistema de dominación las fallas a corregir– pero, esos no son ni pueden ser los fines del anarquismo en el Siglo XXI.

Como bien expone nuestro compañero Costantino Cavalleri en su más reciente aporte en cuanto a «nuestras posibles deficiencias al no cultivar hoy (o descuidar) esos momentos-elementos que se asumen autogestivosxxiv» o «lo que podría resumirse como la posibilidad de construir momentos del futuro a partir de ahora, que sirvan de “inspiración”, de manera “educativa”, para la postrevolución o como “bases” para el futuroxxv»; definitivamente «NO EXISTEN LAS ISLAS FELICES dentro de este sistemaxxvi» (Mayúsculas en el original).

«La radiación atómica de Chernobyl, los vapores cancerígenos de Rumianca, las plagas de Piana di Ottana, la niebla contaminante de las fábricas y los motores, las micropartículas tóxicas de las bases militares, invaden nuestros huertos de papas, también penetran nuestros pulmones en cualquier supuesta isla a la que huyamos y, las relaciones demenciales de dominación-sujeción, de mando-obediencia, las frustraciones y opresiones, las limitaciones e imposiciones de todo tipo, propias de la sociedad del Estado-capital, nos rodean e impiden nuestra existencia»xxvii.

Debemos estar conscientes de la imposibilidad de las islas. Hoy no hay afuera. En nuestros días todo es adentro (es decir, al interior del Capital). Con sólo vivir reproducimos el sistema por mucho que nos esforcemos en evitarlo. Lo único que podemos autogestionar son nuestras miserias. El capitalismo global nos ha impuesto la noche perpetua. Pero, paradójicamente, la noche es nuestra mejor arma. Tendremos entonces que volver a accionar con la oscuridad de compañera, iluminando las noches con el fuego refractario del anarquismo insurreccional.

Peligrosas conjunciones político-ideológicas

Basta con leer entrelíneas algunos de los textos de elaboración reciente en el entorno de las luchas globales contemporáneas para ratificar que asistimos a una convergencia político-ideológica que evoca –melancólica– un útero compartido; una especie de “matriz revolucionaria”, una suerte de árbol común del que se presume que absorbieron nutrientes diferentes “ramas” teórico-prácticas que hoy (ante las condiciones “objetivas y subjetivas”) rastrean sus genes con la intención de revalidar su linaje.

De tal modo, neoblanquistas, marxistas posmodernos de toda calaña (incluidas las diferentes variedades leninistas) y, uno que otro engendro, concebido in vitro y criado en incubadora (léase anarco-populismo), hoy reclaman parentescos lejanos con la amplia y variopinta familia ácrata –teniendo en cuenta los contradictorios orígenes que se le achacan al anarquismo– en aras de la consanguineidad revolucionaria.

Fingiendo amnesia total, pretenden hacernos creer que ya dejamos de ser el “pariente incómodo” que nunca invitan a las fiestas, que jamás incluyen en la foto y siempre han repudiado con enjundia. Todo en busca de una “alianza” que permita el pujante desarrollo de “la lutte finale”.

Claro está, la sola reminiscencia de esta emotiva estrofa –creación del eterno huésped de Père Lachaisse– aún provoca sentimentalismos que hacen convulsionar a más de un quijote, lo que induce a diferentes capillas anarco-izquierdistas a prestar oído a estos llamados y actuar como acto reflejo, cerrando la puerta a cualquier reflexión medianamente consecuente.

Lamentablemente, hoy podemos identificar al interior de nuestra “galaxia” posturas ideologizadas que se autoproclaman placenteramente “izquierdistas” y, se dejan encandilar fácilmente por esta narrativa. Un connotado ejemplo son los frentistas compulsivos, que reiteradamente establecen alianzas con diferentes sectas ideológicas y/o las cofradías nacionalistas, en nombre de la Revolución, del anti-imperialismo, el anti-fascismo o el anti-capitalismo.

La ausencia de reflexión (la mayoría de las veces) y/o la visión distorsionada de la ideología, impide esclarecer el objetivo. Nuestro objetivo no es otro que la Liberación Total. La guerra anárquica –nuestra guerra– es por la Libertad y el único camino para alcanzarla es la Libertad misma. Conscientes que la Anarquía no es una realización sino una tensión permanente, no albergamos esperanza alguna en la “lucha final”. Cuando incitamos a la insurrección generalizada, lo hacemos impulsando la insurrección permanente: sin triunfos que alcanzar ni palacios que tomar.

Por eso, ante las profusas convocatorias a “la unidad”, las reiteradas invitaciones a “la suma de todas las fuerzas”xxviii y la inoculación de ansias “constructivistas”, tenemos que hacer oídos sordos. Penosamente, estos llamados en ocasiones afectan a muchos compañeros y compañeras y, les induce a integrarse a los proyectos más improcedentes y alejados de la perspectiva anárquica (el neozapatismo en Chiapas; la APPO en Oaxaca; las “policías comunitarias” en Cherán y Ostula; el “confederalismo democrático” del PKK en Rojava; la instauración del Estado Wallmapu, la defensa de la Wiphala, las aspiraciones independentistas en Hong Kong o Cataluña…), estimulando la recreación de proyectos insólitos, confundiendo nuestros pasos con un tributo a la tradición ajena condenado a la repetición eterna.

La necesidad de reabrir la cuestión insurreccional desde la perspectiva anárquica

Hoy que vemos recrudecerse las insurrecciones alrededor del mundo y advertimos la innegable interconexión entre las diferentes protestas, cabría preguntarnos si este “mal-estar” –esta suerte de rabia de la desesperanza que provoca las revueltas populares en todos los confines del planeta dando curso a la ira acumulada contra quienes gobiernan y, contra todos los partidos políticos sean del color ideológico que sean– ciertamente responde al impulso arrasador de una potencia anticapitalista y antiautoritaria, dispuesta a no dejar vestigio de la dominación o; concurrimos al ánimo de nostalgia generalizada que anhela el retorno a lo que ya no hay; es decir, que añora el Estado benefector, el capitalismo industrial y la sociedad del trabajo.

Sin duda, en lo más intrínseco de estas manifestaciones de nihilismo (donde se liberan y reinventan las pasiones sediciosas), surgen indicios de una nueva crisis civilizatoria desbordante de las coordenadas políticas y económicas del momento. En medio de esa urdimbre, también se incuba el germen del caos y urden esos efímeros intantes de Anarquía. Empero, no toda manifestación nihilista converge siempre en una acción anárquicaxxix. Si la multitud que protagoniza las actuales manifestaciones de nihilismo ansía recuperar la “normalidad”, regresar a “lo malo conocido” y que le devuelvan su viejo rol de esclavo asalariado, enfrentamos el inminente peligro de la madurez del huevo de la serpiente: la propagación del populismo (más allá de cual sea su tendencia) y su consolidación a escala global. Y, ante esta perentoria amenaza debemos de mantenernos en estado de alerta y, en pie de guerra permanente.

¿Cómo afrontar esta contingencia desde el anarquismo? Modestamente, considero que con más anarquismo, es decir, desde la insurrección permanente, con mayor profundización teórica y con más praxis; con una práctica consecuente que nos desborde y permita reflexionar a cada paso y elaborar más teoría congruente con los tiempos.

La única respuesta a esta y todas las adversidades es y será siempre más y más anarquismo. Hacer anarquismo cotidiano, o sea, continuar asaltando lo existente por todos los medios –como nos recuerda Jean–, “sin inmutarnos por quienes nos silencian” y; ofrecer lo más sublime que podemos brindar: el goce de la insurrección, poniendo en práctica nuestra voluntad destructora, incrementando la potencia anárquica más allá de las “islas felices” y los espacios de sobrevivencia (siempre e invariablemente en vías de recuperación del sistema de dominación), radicalizando las manifestaciones de nihilismo, es decir, superando su pureza impotente y contagiándolas del deseo de libertad pero sin quedar atrapados en el desgaste de la ofensiva innocua reduciendo nuestra guerra al sometimiento a las órdenes de los especialistas y a la lógica autoritaria de la lucha armada.

Tendremos que ser capaces de destruir el trabajo desde la consecuente ilegalidad: «con la palabra, con la letra impresa, con el puñal, con el fusil, con la dinamita…»xxx. Si logramos concretar nuestra guerra, no será por la trillada transformación de la realidad, sino tendrá que ser por su demolición total. De ahí la urgencia de replantearnos la cuestión insurreccional, asumiendo la insurrección no tanto como objetivo –y mucho menos como un ruido de temporada– sino como causa, es decir, como cimiento de la tensión anárquica.

Si frente a esta resolución recibimos descalificaciones, insultos y burlas, sabremos que hemos elegido un buen camino acorde con los principios; la ruta que nos permitirá apropiarnos de nuestra vida y vivirla a plenitud, en absoluta e irrestricta libertad.

Gustavo Rodríguez,

Planeta Tierra, 18 de febrero de 2020

(A tres meses de iniciada la insurrección en territorio chileno)

i Dorfman, Ariel, Adiós al oasis chileno. Disponible en: https://www.proceso.com.mx/612865/adios-al-oasis-chileno (Consultado el 6 de enero de 2020).

ii Dorfman, Ariel, Chile: juventud rebelde, FCE, Colec. Vientos del Pueblo, México, 2019.

iii Vid, V. I. Lenin., Capítulo II, “La espontaneidad de las masas y la conciencia de la socialdemocracia”, en ¿Qué hacer?, recogido en Obras completas de V.I. Lenin, Tomo 6, Editorial Progreso, Moscú, 1981.

iv Frente Patriótico Manuel Rodríguez-Autónomo/Movimiento de Izquierda Revolucionario-Ejército Guerrillero de los Pobres, 11º Comunicado conjunto: la rebelión de los colgados, volante impreso, Chile, 1 de Enero de 2020.

v Ibídem.

vi Id.

vii Id.

viii Grupo Comunista Internacionalista (GCI), Ya no hay vuelta atrás, Boletín de reflexiones en torno a la revuelta, Número 1, diciembre 2019.

ix Ibídem.

x Vid., Proletarios Internacionalistas, Crítica de la ideología insurreccionalista, Ediciones Comunidad de Lucha, 2012.

xi Op.Cit., GCI, Ya no hay vuelta atrás.

xii Resultan insuficientes la incorporación y el auxilio teórico de categorías incluyentes que resuelvan las limitaciones y estrecheces de la visión marxista. Nos queda claro que el Poder y la dominación política son anteriores a la explotación económica en cualquiera de sus definiciones. Precisamente por eso, la guerra antiautoritaria, y no la de clases (es decir, la lucha permanente contra el Poder y la dominación), ha sido el motor de la historia. Esa es la tesis fundacional del anarquismo y el meollo de su cuerpo teórico-práctico, asumiendo la Anarquía como praxis de enfrentamiento permanente contra el Poder y no como expresión radical de la lucha de clases.

xiii Op.Cit., GCI, Ya no hay vuelta atrás.

xiv Ibídem.

xv A propósito de la producción panfletaria en la región chilena en derredor de la insurrección generalizada, no puedo pasar por alto otro baldón de pretendida manufactura “ácrata” que ha provocado (desde la primera página) todo mi asombro. Se trata de una butifarra a mitad de camino entre la literatura de ficción (las historietas de zombis) y el revoltijo ideológico de la nomenclatura “anarco-leninista” contemporánea. Este engendro, cargado de conspiraciones paranoicas en la misma tónica del Nostradamus bolivariano (senador Navarro), está firmado por los Núcleos Antagónicos de la Nueva Guerrilla Urbana y, definitivamente, requiere el concurso de nuestras modestas reflexiones pero, de momento, seguiremos debiéndonoslo por lo que queda pendiente un texto mucho más extenso con estas intenciones. Vid. “Sobre fantasmas insurreccionales y banderas falsas”, disponible en: https://vozcomoarma.noblogs.org/files/2019/12/Fantasmas-Insurreccionales-Lectura.pdf (Consultado 11/02/20).

xvi Comité Invisible, A nuestros amigos, Pepitas de calabaza ed., Logroño, Estado español, mayo 2015, P.12.

xvii Ibídem, contraportada.

xviii La Revolución francesa y la Comuna de Parí﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽a de Parn revolución esís de 1871, siguen siendo el canto de cisne del blanquismo contemporáneo –léase Comité (Central) Invisible. Por eso sus “novedosos” planteamientos siempre nos huelen a viejo.

xix «[…] El viernes 25 de octubre, más de 2 millones de personas marcharon por todo Chile y el Wallmapu llamando al Presidente Piñera a renunciar y en favor de una Asamblea Popular Constituyente […] En todo Chile, lentamente pero sin pausa, pujan por consolidarse decenas de Asambleas Territoriales, Cabildos, Onces y Ollas comunitarias. Se están recuperando formas de organización históricas de nuestra clase, se hurga en la memoria para levantar los cimientos de una nueva institucionalidad que brota de la rabia y la protesta si; pero que también es profundamente constructiva y de anchas miras. Lograr el adecuado oxígeno y tareas, la coordinación y planificación y la necesidad de una amplia unidad popular desde abajo serán las tareas del momento[…] La agenda, las tareas del momento y las perspectivas emancipatorias las tiene que poner el pueblo trabajador, en la calle. Pero también en cada lugar de trabajo y estudio. Generando y promoviendo Asambleas democráticas en cada territorio que debata las iniciativas y construya un programa de reivindicaciones a corto, mediano y largo plazo […]¡SOLIDARIDAD CON EL PUEBLO CHILENO QUE SE LEVANTA Y LUCHA! ¡POR LA CONSTRUCCIÓN, GENERALIZACIÓN Y COORDINACIÓN DE ASAMBLEAS TERRITORIALES QUE DEBATAN UNA VERDADERA ASAMBLEA POPULAR CONSTITUYENTE PLURINACIONAL Y FEMINISTA! ¡POR EL SOCIALISMO Y LA LIBERTAD! ¡ARRIBA LXS QUE LUCHAN! Primeras firmas: Solidaridad (Chile), Acción Socialista Libertaria (Argentina), Federación Anarquista Rosa Negra (Estados Unidos)» . Mayúsculas en el texto original.

Disponible en: http://www.anarkismo.net/article/31688 (Consultado 14/02/2020).

xx Kalinov Most, Más de dos meses de revuelta contra el Estado de Chile: raudos balances, instintivas proyecciones y permanentes negaciones, región chilena, enero 2020, P.12. Disponible en: https://es-contrainfo.espiv.net/2020/01/15/mas-de-dos-meses-de-revuelta-contra-el-estado-de-chile-raudos-balances-instintivas-proyecciones-y-permanentes-negaciones/ (Consultado 14/02/2020).

xxi Ibídem, P. 13.

xxii Id.

xxiii «Las ruinas no nos dan miedo […] no nos dan miedo las ruinas, porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Ese mundo está creciendo en este instante.»

xxiv Cavalleri, Costantino, Approfondimenti di un discorso isolato?, artículo inédito, fechado febrero 2020, de próxima aparición en la revista NurKuntra Nro. 6, Cerdeña.

xxv Id.

xxvi Id.

xxvii Id.

xxviii Curiosamente en la rama estática de la física, la suma de todas las fuerzas es igual a cero cuando un sistema se encuentra en equilibrio, es decir, cuando no tiene modificación o perturbación alguna [∑ F=0, primera ley de equilibrio (Newton)].

xxix Para el sistema de dominación toda acción anárquica es una manifestación nihilista; sin embargo, la manifestación nihilista no es otra cosa que el estallido de la rabia de la desesperanza que deposita todas sus esperanzas en la destrucción purificadora apostándole a la nada, de ahí su inherente impotencia.

xxx Kropotkin, dixit.

Más de dos meses de revuelta contra el Estado de Chile: Raudos balances, instintivas proyecciones y permanentes negaciones

Escrito contenido en la revista Kalinov Most.


“La pasión por la destrucción es también la pasión creadora” -Mijail Bakunin-

“La insurrección es una fiesta. El ruido de su derrota nos divierte”- Fuerzas Autónomas y Destructivas León Czolgosz-

El avance de la revuelta: Días y meses en el combate

La revuelta que sacude a la región chilena sigue sin interlocutores válidos ni una dirección que la guíe. Continúa acéfala, autoconvocada, caótica y destructiva… imparable, a pesar de lxs muertxs, heridxs, mutiladxs y lxs casi 2.000 mil presxs que repletan aún más las cárceles de todo Chile. La chispa comenzada por una estrategia de evasión masiva al tren subterraneo en respuesta a una nueva alza del pasaje, cristalizó la continuidad de luchas y métodos contra el poder, desatándose con toda la fuerza y vitalidad un 18 de octubre.

Las constantes réplicas del terremoto que significó los primeros días de la revuelta se repiten diariamente en mayor o menor intensidad, expresadas en audaces ataques a comisarías, símbolos del capitalismo y en los duros enfrentamientos con carabineros. Aunque se perciba un cierto desgaste (normal y entendible después de más de 80 jornadas de combate), la violencia contra el poder goza de buena salud, legitimándose como la principal herramienta para quebrar con todo lo impuesto en sectores que hasta hace poco la condenaban. Esto último junto con la inexistencia de una conducción definida, creemos que representan, de una u otra forma, los ingredientes principales que han llevado a que la revuelta permanezca incontrolable.

La presencia anárquica en los distintos escenarios del enfrentamiento es clara y notoria desde el primer día, ¿cómo no serlo, si es la expresión desbordada y masiva de las prácticas transgresoras que se han llevado a cabo e intentado que se repliquen desde hace años? ¿Cómo no serlo, si es una revuelta incontrolada y sin una dirección centralizada? ¿Cómo no serlo, si está en directa sintonía con nuestros constantes llamamientos y acciones de propaganda? La revuelta es parte de nosotrxs porque somos parte de ella; nos sentimos completamente cómodos y felices en su vorágine destructiva intentando extenderla y agudizarla allí donde podamos y cómo podamos, alejadxs y contrarixs a cualquier expresión que pretenda domesticarla y/o conducirla.

Durante estos meses de revuelta, hacemos la pausa, respiramos tomando una gran bocanada del aire aun intoxicado con gas para sacar algunas cosas en limpio, colectivizar nuestras evaluaciones, proyecciones y por supuesto, nuestras negaciones.

Violencia callejera y represión

Esta revuelta ha mostrado ser un cambio, pero también una continuidad en las formas de expresión y desafío al mundo del poder. Hemos podido observar una masificación en el ejercicio de violencia contra estructuras del poder (instituciones financieras, partidos políticos o símbolos del poder) y por supuesto contra sus distintas fuerzas de choque (militares, carabineros, detectives e intentos de bandas parapoliciales representadas por los chalecos amarillos (1)).

Estas expresiones generalizadas han echado mano a la amplia trayectoria de combate que, si bien, no comenzaron un 18 de octubre, se han sabido innovar al calor del conflicto, modificando estrategias ofensivas. A modo de ejemplo, el uso sistemático y masivo de escudos solo fue necesario en respuesta a la enorme cantidad de perdigones y lacrimógenas disparadas a la cara y el cuerpo con el saldo ya conocido a nivel mundial de mutilados y heridos. Al mismo tiempo la multiformidad se ha vuelto a expresar en el aporte que cada cual hace según sus capacidades al combate. Ejemplos de estos son desde quienes utilizan punteros laser para cegar a la represión, quienes destruyen el pavimento para sacar piedras, hasta quienes entregan alimento y agua a lxs que llevan horas de enfrentamiento. Todo esto organizado de forma completamente informal y al calor de la lucha y la calle.

La violencia política que se ha adquirido está validada y completamente legitimada durante estos días, llegando incluso a un romanticismo a la “primera línea” que más de alguna suspicacia nos puede generar debido a la exaltación heroica de determinados roles al interior de la revuelta que podrían derivar en fetichismos y lógicas de vanguardia militarista.

Así se pasó de enfrentamientos descentralizados durante los primeros días a combates circunscritos principalmente en el centro de Santiago y distintas zonas centrales de poblaciones o plazas y ciudades a lo largo de Chile. Batallas que muchas veces se tornan en combates por terrenos ganados y/o perdidos a la represión.

Los protagonistas son diversos, no fantaseamos con un rol estelar, único y excluyente de la tendencia anárquica. En la calle hemos visto tras las capuchas, antiparras y máscaras antigases la variedad de quienes alimentan la revuelta, lo cual no va a contracorriente de la caracterización anárquica que hacemos de la revuelta: contraria al poder, sin líderes y forjando relaciones horizontales de apoyo mutuo y solidaridad. La sensación de protesta o denuncia petisionista claramente es superada por aquella sensación de querer cambiarlo absolutamente todo, un sentir que si bien puede ser efímero y no sabemos cuánto durará, es el oxígeno de la revuelta estos días.

La represión recoge parte de su propio hilo y memoria de la historia con prácticas y métodos desde la dictadura, mostrándonos la evidente continuidad. Ampliamente han sido difundidas varias tácticas represivas que van desde las detenciones, golpizas, torturas, violaciones, abusos sexuales, mutilaciones de ojos hasta las muertes en las más distintas circunstancias (desde balazos, golpizas, muertos que son lanzados a negocios incendiados para hacerlos pasar por “saqueadores” o atropellos y asfixiados por los gases).

Desde el Estado observamos angustiosos y desesperados llamados a la paz y la unidad de los chilenos. Una estrategia de pacificación que hasta ahora no ha dado resultado alguno de forma masiva, sin conseguir imponerse a la rabia y la negación de la normalidad resquebrajada. Una campaña de paz continuamente ridiculizada por todxs, donde simplemente ya nadie cree ni espera algo de los poderosos. Por su parte todos los partidos políticos llegaron al consenso absoluto para despachar una serie de leyes represivas que ya están siendo aprobadas en la maquinaria administrativa.

Aprendiendo de la historia, esperamos desde la izquierda una estrategia de recuperación de la revuelta, llevándola a demandas negociables, a líderes o protagonismos de organizaciones. Esta estrategia se ha intentado fraguar sin éxito desde el conglomerado de “Unidad Social”, grupo que reúne a distintos sindicatos y organizaciones políticas. A pesar de sus tristes intentos de ponerse a la cabeza de las manifestaciones, la calle sencillamente hace oídos sordos y se mueve con indiferencia. Hoy, si Unidad Social llama al desarme de la revuelta y volver a la normalidad, sencillamente nadie escuchara. Lo que no quiere decir que lxs revoltosxs, no aprovecharan cualquier llamado a paro u otra convocatoria para congregar las fuerzas en más y más combates.

Al calor del combate y vinculado directamente con la revuelta han surgido formas de asociarse en los territorios. Polémicas y contradictorias, las asambleas territoriales se han vuelto un lugar común para discutir nuestras proyecciones, formas de vida y de asociarnos en la ruptura con el viejo mundo.

¿Nuevo germen en la revuelta? Asambleas territoriales

Las asambleas territoriales, nacidas en la revuelta, hoy se presentan, por un lado, como interesantes iniciativas donde es posible llevar a cabo experiencias de autoorganización en diversos ámbitos, iniciando y fortaleciendo procesos de autonomía territorial en muchos sectores, poblaciones y barrios de todo el país. Sin embargo, por otro lado, dichas asambleas, en su gran mayoría, demandan la creación de una asamblea constituyente que de origen a una nueva constitución que reemplace a la existente desde 1980. Grupos políticos, movimientos sociales y sindicatos que desde hace años vienen abogando por la asamblea constituyente, aprovechándose de la coyuntura, intentan posicionar dicha demanda como la única y la principal, lo que, evidentemente, representa una salida pacífica y ciudadana a la revuelta que se traduce en la refundación y, por lo tanto, el fortalecimiento del Estado.

De igual forma nos encontramos con algunas tendencias políticas que buscan transformar las asambleas en consejos autónomos donde recaiga el poder a la hora de organizar (o suplantar) la “nueva sociedad”, como también otras líneas que buscan transformarlas en instancias de transición antes de un gobierno de los trabajadores.

En esto punto es necesario aclarar y señalar con vehemencia que ningún grupo, asamblea, federación u organización anarquista se encuentra levantando o apoyando la demanda de la asamblea constituyente. Ni una expresión del mundo anárquico percibe en la actualidad que una nueva constitución represente una salida válida o un triunfo de la revuelta, como equívocamente se ha esgrimido en un escrito difundido en las últimas semanas. Es más, todas éstas se han posicionado explícitamente en contra de la vía constitucional.

Si compañerxs anarquistas se encuentran participando activamente en asambleas territoriales (como efectivamente lo hacen) es para levantar iniciativas de satisfacer nuestras necesidades y autoorganización en diversos sentidos con el propósito de intentar prescindir del Estado y del capitalismo para la resolución de las necesidades, teniendo claro que nos encontramos en una situación de opresión donde es imposible escapar de los tentáculos del poder. Es para propagar y llevar a cabo dinámicas antiautoritarias allí donde se pueda, y no para demandar una nueva constitución, un nuevo colegio o un nuevo consultorio. En definitiva, la participación en las asambleas territoriales se enmarca en la búsqueda permanente de apropiarnos de nuestra vida, de tomar el control de ésta, experimentando con otrxs, sean o no afines, maneras de relacionarnos alejadas y contrarias a las impuestas. En este sentido, como anarquistas nos involucramos desde nuestra posición basada en la conflictividad permanente y la búsqueda de la libertad individual, por lo que no vamos a remolque de las asambleas ni nos confundimos con caminos que no son los nuestros, entendiendo también que estas instancias no son algo acabado y que, con el transcurso del tiempo, pueden adquirir ribetes autoritarios e institucionales, momento en el cual nosotrxs estaremos en la vereda del frente.

No está la última palabra dicha: Los escenarios están abiertos

Este álgido, masivo y dinámico panorama sin líderes, sin petitorios concretos y aún no recuperado por el sistema, ha sido el escenario en que nos hemos movido y vivido estos últimos meses. Continúa ininterrumpido aunque su intensidad varíe según los acontecimientos y el desgaste provocado por la represión.

Intentando no acomodar los hechos a concepciones preestablecidas, es que cuestionamos constantemente nuestras conclusiones confrontándolas con visiones de otrxs compañerxs, de otras tendencias subversivas y con lo que está ocurriendo en la calle. Por ningún motivo queremos caer en fantasías autocomplacientes o ridículas teorías conspirativas que ven montajes en todas partes. En este sentido, resulta necesario señalar que dentro de la revuelta no todo es rechazo y destrucción de lo establecido, existiendo en ella grupos y movimientos sociales que son parte de la institucionalidad y muchos otros que, si bien no lo son, buscan ser parte de ésta. Sin embargo, a pesar de sus múltiples y constantes intentos, las expresiones ciudadanas e institucionales no han logrado conducir, centralizar y/o pacificar la revuelta. Fracaso que se evidencia de manera permanente y se pretende extender hasta un punto de no retorno por parte de diversos grupos anarquistas mediante expresiones propagandísticas – de todo tipo y en diferentes ámbitos – que apuntan al poder y sus tentáculos como el enemigo a destruir.

Construyendo caminos de destrucción: Evaluaciones, proyecciones y negaciones

Este periodo de revuelta ha sacado a la luz nuestras debilidades, las cuales llevan manifestándose hace varios años pero que en el actual contexto se hacen notar con mayor claridad. Por un parte, la falta de articulación, coordinación y comunicación entre grupos y entornos anárquicos, especialmente entre los que apostamos por la informalidad y la confrontación permanente, provocó, entre otras cosas, que no se lograran llevar a cabo interesantes iniciativas de envergadura, especialmente en los primeros días de la revuelta (18, 19 y 20 de octubre). Una coordinación sólida, que se viniera forjando previamente, hubiera podido abrir nuevos caminos de enfrentamiento en un contexto de desborde generalizado donde todo era posible, donde todo se encontraba a la mano. El Estado se caía y había que ayudar a darle el golpe de gracia. Agudizar la ofensiva, ocupar espacios, entre otras muchas cosas eran posibles de haber realizado y potenciado, y para ello, pensamos, resulta indispensable generar canales efectivos de comunicación y articulación entre quienes luchamos por la destrucción de poder.

Relacionado con lo anterior, la falta de espacios anárquicos donde nos podamos reunir y levantar actividades agravó dicha inconexión. El contar con lugares estables no solo podría haber ayudado a intentar generar instancias de reunión (a pesar de la poca y débil comunicación que existe) sino que también hubiera servido para llevar a cabo acciones de propaganda, acopio de insumos, etc. En fin, las posibilidades de incidir y transgredir en los territorios se hubieran ampliado considerablemente de haber existido dichos espacios, aun existiendo la incertidumbre sobre el comportamiento de la represión para con esos hipotéticos espacios.

No obstante, en la revuelta hemos visto una reafirmación de las prácticas y planteamientos que desde hace años venimos propagando y por las que muchxs compañerxs han pasado y aún se encuentran en prisión. Nos referimos a la apuesta por la destrucción aquí y ahora de lo que nos oprime, a la confrontación incontrolada y permanente, a la extensión y cualificación de la lucha callejera, en definitiva, a todo lo que hemos podido vivir y apreciar en estos últimos meses de manera masiva e ininterrumpida. Creemos que la conflictividad anárquica constante ha dado frutos, percibiéndose en la lucha callejera y salvaje que han dado lxs estudiantes secundarixs en los últimos años, la cual se ha caracterizado por el innegable sentido anárquico reflejado en sus discursos y prácticas. Esta lucha de lxs secundarixs, sin pausas y cada vez más álgida, fue el antecesor directo del estallido del 18 de octubre y en eso, creemos, no hay dudas. Las evasiones convocadas, alentadas y protagonizadas por éstxs fue el desencadenante inesperado de la revuelta que estamos viviendo, evasiones que, por cierto, fueron precedidas por meses de enfrentamiento con la policía, principalmente por parte de los estudiantes del Instituto Nacional, liceo emblemático ubicado en el centro de Santiago.

Que la revuelta continúe caótica y acéfala se debe a múltiples factores y circunstancias que de ser analizadas excederían por mucho los límites de este texto, sin embargo la fuerte presencia anárquica que apuesta por la extensión y la agudización de la revuelta, ha jugado un importante papel en la fracaso de los sectores que intentan pacificarla y conducirla. Los planteamientos ácratas expresados y materializados en la lucha callejera y en los demás escenarios de esta revuelta, han cuajando casi de forma armónica con la espontaneidad destructiva de las turbas enardecidas, lo que, en parte, ha impedido que se logre conducir este desborde.

En relación a lo anterior, vemos como una fortaleza el que la totalidad de los entornos anárquicos informales no se hayan obnubilado con pretensiones vanguardistas ni con ridículos intentos de formar una gran organización que sea capaz de conducir la revuelta, como lo plantean transnochados ex militantes de grupos político miliares de extrema izquierda que añoran un pasado en donde ellos eran los conductores y los canalizadores absolutos de las voces transgresoras. Lxs anárquicxs, creemos, hemos entendido muy bien que somos uno más dentro de esta revuelta, ni por debajo ni por encima del resto y que el luchar por extenderla no significa que la queramos dirigir, por el contrario, significa, entre otras cosas, combatir a quienes intentan conducirla porque sabemos que de ser así sería el fin de la revuelta.

La situación de lxs compañerxs en prisión antes de la revuelta se encontraba agitada por posibles traslados e imposición de leyes que obstaculizaban aún más su salida a la calle. Es real que durante la revuelta las prisiones no fueron escenarios de levantamientos, pero también es real que sacar a nuestros presxs siempre ha sido una prioridad en todas las revueltas, esta no tiene que ser la excepción, por la sencilla razón que son quienes nos faltan en la calle.

Los aprendizajes y las interrogantes son múltiples y se suceden en cada jornada de enfrentamiento, en cada descanso al calor de las barricadas o caminatas a lo largo de la ciudad. Las discusiones y especulaciones sobre los posibles escenarios pareciera que no paran y se reproducen en cada conversación entre lxs compañerxs durante algún fortuito encuentro o en medio de alguna actividad en los distintos territorios. Son estas apresuradas lecciones las que nos interesa colectivizar a compañerxs de todos los territorios y contextos, lecciones que se transforman en nudos de discusión sobre las posibilidades del conflicto aun en curso.
Desde las tendencias informales de la anarquía hemos venido levantando desde hace años la necesidad de la libre asociación y los grupos de afinidad, los hemos llevado a la práctica en distintas dimensiones del conflicto, por parecernos ésta la forma de organizarnos más coherente y cómoda con nuestros planteamientos permitiéndonos potenciar nuestras individualidades en el colectivo, sin estructuras que nos limiten o fuercen, uniéndonos en la sincera voluntad.

Durante el desarrollo de la revuelta, múltiples son las iniciativas territoriales de propagar tanto el conflicto como la autonomía, desde barrios, poblaciones, villas o comunas donde han tomado cuerpo dichos empujes. La dimensión territorial adquiere una importante fuerza tanto para enfrentar al Estado y su control como también para levantar iniciativas de sobrevivencia antagonistas al viejo mundo. Entonces, nos queda la pregunta ¿Cómo conjugar la afinidad con las perspectivas territoriales donde la unión radica principalmente en la ubicación geográfica? ¿En qué punto se intersectan y en cuales se distancian? ¿Podemos desentendernos de las iniciativas territoriales o entregar todas nuestras fuerzas únicamente en estos espacios? Estas son algunas preguntas que no se encuentran encapsuladas en discusiones teóricas, sino que se transforman en dudas sumamente prácticas del día a día durante la revuelta.

En ese sentido, preguntas como éstas o las posibilidades de autogestión y autonomía cuando el Estado se resquebraja, nos llevan a los debates de fondo sobre las proyecciones anárquicas. Es en la revuelta que nos hemos dado cuenta que aquellos debates que muchas veces rehuíamos, ya que nos parecían cargados de promesas de revoluciones futuras, son en realidad vigentes cuando los vemos en la óptica del conflicto permanente. El pulso de la revuelta y el conflicto lo dice, lo pide.

Entre quienes buscamos la efectiva destrucción del poder y no solo una dinámica de protesta rutinaria, surge la necesidad de experimentar las posibilidades reales de vivir antagónicamente al Estado, destruyendo al Estado. Cuándo todos los supermercados del sector están saqueados; Cuando gran parte del transporte se encuentra saboteado; Cuando los servicios del Estado-Capital simplemente no funcionan; Cuando la estructura de la ciudad está destruida y su funcionamiento es a penas intermitente ¿Cómo satisfacemos nuestras necesidades?¿Con quiénes?¿Entre quienes? ¿De qué forma?

Es en este punto que volvemos a la esencia de la lucha anárquica con la praxis destructiva/creadora. Entendemos que la destrucción y creación simplemente ocurren al unísono, no pueden ser comprendidas como dos etapas distintas, sino que se desarrollan como un ejercicio simultáneo. A más profundidad, el/la joven que decide destruir una sucursal financiera no solo está rompiendo un par de vidrios o reduciendo a cenizas aquel local, sino que también de forma paralela, además de destruir el símbolo, construye una forma distinta de entender la violencia, la normalidad, la urbanización, la vida y la forma de enfrentar la opresión. Somos clarxs, no se trata de vidrios más o vidrios menos, sino de relaciones sociales y estructuras de dominación, pero en ese sentido la revuelta genera disposiciones, voluntades, creatividades, imaginación y una vitalidad desconocida en el mundo del poder. Lo hemos sentido y vivido en carne propia, en conversaciones, en diálogos y en vínculos.

Desde el acto individual hasta el desarrollo de una revuelta generalizada, la destrucción de estructuras materiales y el resquebrajamiento de las relaciones de autoridad, traen en sí misma la creación, casi instintiva, la negación del presente y las posibilidades de nuevas formas de entender el mundo. Es en este terreno que necesitamos fortalecer las posibilidades que de ahí emanen llevándolas a la praxis, a la materialización para sobrevivir y atacar.

Siempre hemos realizado una crítica destructiva a las burbujas de libertad, y ésta no será la excepción. Aun así entendemos que en los escenarios de revuelta generalizada, de fractura y trizadura del Estado, es el propio enfrentamiento el que nos devuelve la pregunta sobre ¿Cómo resolver nuestra vida en el cotidiano de forma antagónica al poder? Sabemos que la respuesta no se encuentra en una vida alternativa y en coexistencia, sino que en la gestación de experiencias combativas y en abierta oposición al mundo del poder. Discusiones sobre apostar por el control territorial de pequeñas comunidades multiplicables y en enfrentamiento con el poder, son parte de algunas conversaciones al calor de la revuelta. Aprendemos de experiencias pasadas, pero necesitamos actualizarlas.

Siempre hemos apostado a que nuestros medios se encuentren directamente acorde a nuestros fines, pues entonces, desde las proyecciones anárquicas informales y negadoras, nos permitimos soñar despiertos mirando el presente ¿Cuáles son nuestros fines? Apostamos por la asociación entre pequeñas comunidades, que se apoyen y aporten entre sí, sin estructuras estables por sobre los individuos manteniendo la tensión permanente y el cuestionamiento permanente sin nunca creer en una realización ni final ni finalizada. Nuestras prácticas en el presente tienen que saber ir direccionadas en aquel sentido.

La revuelta nos abre continuamente nuevas discusiones, no son diálogos cerrados, ya que estamos viviendo el proceso de forma vigente y viva. Nos volvemos a preguntar cuáles son los límites de la revuelta y cómo transformarla en el colapso total del Estado y el régimen de autoridad, cómo echar por tierra lo establecido. La revuelta nos refleja nuestros propios límites, no aquellos que hablan de la falta de una organización específica, estructura, planteamientos y formas de funcionar, sino los que se refieren a nuestras capacidades de derribar el viejo el mundo, como también a la expansión y defensa de expresiones antiautoritarias.

¿Qué más podemos hacer? ¿Qué más podemos dar? La calle no ha dejado de arder y el conflicto adquiere un ritmo propio donde se cualifica y masifica. Lejos de querer o añorar partidos armados para devolver los golpes, descansando en esas estructuras, creemos que las revueltas tienen fuerzas y ritmos propios, y quizás las revueltas en pleno siglo XXI, tengan dinámicas que estamos recién explorando y conociendo. Punto aparte se merecen aquellos que tristemente ven la mano estatal detrás de los inicios y el desarrollo de la revuelta tildando la realidad que vivimos como un “simulacro de insurrección”, posturas cargadas de derrotismo y una visión higiénica y estructurada del desarrollo de una revuelta. Análisis que simplemente quedarán recordados como anecdóticos y perdidos entre el fuego de la revuelta, la destrucción a símbolos del poder en uno de los procesos políticos e históricos más importantes de los últimos años bajo el dominio del Estado Chileno y a nivel mundial en cuanto a la experiencia anárquica.

Hoy las calles siguen ardiendo, cientos de ojos continúan siendo cegados por los sicarios de uniforme, la sangre sigue tiñendo las murallas de las comisarías y cientos de prisionerxs enfrentan por primera vez la cárcel. El olor a bencina, gas lacrimógeno, el ruido de los estallidos, el color del fuego entre los laser se sabe mezclar con restos de estatuas y monumentos regados por el suelo. Cada día, en cada lugar es una nueva jornada de revuelta aun cuando el agotamiento muestra sus efectos y los combates son más episódicos. Hoy el poder no consigue imponer el orden ni la normalidad absoluta, mientras que lxs insurrectxs tampoco hemos conseguido dar vuelta completamente el tablero. Los escenarios siguen abiertos y desarrollándose en este mismo momento, mientras escribimos estas palabras van surgiendo nuevas iniciativas de insubordinación e insurrecta desobediencia.

Seguimos con todo y apostando por el todo
Porque la revuelta está viva: ¡Viva la revuelta reproducible y contagiosa!

-Kalinov Most/Región chilena.
Enero 2020

(1) Chalecos amarillos que nada tienen que ver con los franceses. Como se señala, grupos de ciudadanos organizados han decidido proteger las infraestructuras del capital y del Estado en sus barrios, y como distintivo han utilizado dicho atuendo.