(Cuba) Audio de compañero cubano sobre la represión que se vive + comentario

Nos hacen llegar un audio de un compañero cubano sobre la represión que se vive en Cuba, junto con un comentario del compañero Nihil, sobre la polémica que se ha generado con respecto al último Comunicado del Taller Libertario Alfredo López y la consiguiente crítica realizada por Gustavo Rodríguez en el texto “La insoportable levedad del anarquismo guarapero”.

Al respecto y para seguir contextializando la polémica dejamos un breve escrito de Octavio Alberola al respecto “Sobre el comunicado del Taller Libertario Alfredo López”.

Y el escrito de Daniel Pinós “Solidaridad para el Movimiento San Isidro”

Acontinuación el audio testimonio:

Comentario de Nihil:

“El ejemplo de este audio como testimonio, es a lo que le rehuyen lxs del TLAL cuando rechazan las explosiones sociales y peor aún queda en clara evidencia en su comunicado su alineamiento al discurso del gobierno cubano y condenan la disidencia artística y cualquier otra protesta, silenciando la represión actual.” “El comentario de Octavio (liga de portaloaca) también “sin querer” se suma al discurso oficial cubano, al mencionar que: “las explosiones sociales acaban trágicamente y son recuperadas por fuerzas políticas dentro del sistema cuando no por el populismo de derecha fascista”, lo que orilla a que se diluya el debate, cuando lo realmente importante y lo que se necesita debatir es ¿por qué el TLAL, rechaza la “explosión social” en estos momentos en que aumenta la represión? Lo cierto es que no se centra en el texto/respuesta del compañero Gustavo y en el necesario análisis de los puntos del Comunicado del TLAL, se le mire por donde se le mire, es un claro deslinde con los sucesos recientes de La Habana con el Movimiento San Isidro y la represión que ha desatado la dictadura contra lxs artistas disidentes. ¿Qué clases de presuntxs anarquistas son estxs que se oponen cínicamente a la explosión social y se prestan a reafirmar el discurso del Estado?”

Nihil

La insoportable levedad del anarquismo guarapero

Aporte de Gustavo Rodríguez.


Compas (A) en Cuba ¡palante y con ganas! Taller Libertario ...

—Carta abierta a los presuntos anarquistas cubanos

A Canek Sánchez Guevara, a seis años de su partida

«…en mi impenetrable noche

todo se desploma…»

está gritando lo imposible

Lo angélico y otros poemas,

George Bataille

Ante todo, quiero manifestar mi solidaridad con aquellas expresiones e individualidades anárquicas que, pese a las múltiples adversidades, abren brecha contra toda autoridad en el archipiélago cubano. A esos hombres, mujeres y otres que nunca han leído La insurrección que viene ni saben quién carajo fue Bakunin, pero confrontan día a día al Poder en todas sus presentaciones y repelen instintivamente todo lo que huele a autoridad (sea uniformada o civil, pública o doméstica, académica o iletrada, divina o secular). A esxs que –más allá de las razas y preferencias sexuales–, inundan las cárceles y manicomios del “Primer territorio libre de América” y alimentan el espíritu de negación contra todo lo que hace miserables nuestras vidas. A esxs que impulsan la indisciplina subversiva y propagan el ilegalismo, viviendo la Anarquía allende las ideologías, aspirando a la libertad por encima de los discursos retóricos y la verborrea políticamente correcta. Para ellxs, mi sempiterna adhesión.

Desde el primer momento que cobraron voz diversas pulsiones libertarias a lo largo y ancho del territorio dominado por el Estado cubano, dándole vida al Taller Libertario Alfredo López y, más recientemente, al Centro Social ABRA –con sus aciertos y tropezones, errores y prudencias–, he expresado mi solidaridad y respeto por estas iniciativas. Jamás he cuestionado su actuación ni he emitido un solo comentario crítico, pese a discrepancias de calibres varios. Sin embargo, permanecer en silencio hoy, tras la lectura atónita del Comunicado del Taller Libertario Alfredo López de La Habana,i implicaría un acto de complicidad cobarde frente a una desvirtuación flagrante.

De más está indicar mi reconocimiento ante las difíciles condiciones que enfrentan estas iniciativas bajo el nacionalsocialismo bananero que ostenta el Poder desde hace más de 60 años, pero igualmente identifico escenarios adversos para lxs compañerxs anárquicxs alrededor del mundo. Sobran ejemplos de afines en fuga o, sentenciadxs a largas condenas (e incluso asesinadxs) por asumir la lucha anárquica hasta sus últimas consecuencias en todos los confines del Planeta.

Ya me aburrió la perorata en torno a la pretendida excepcionalidad del “caso cubano”, no tanto por la inminente conveniencia de los argumentos sino porque ya no representa novedad alguna. Por el contrario, desde hace muchos años se ha convertido en un camino trillado, en lugar común, profuso de oportunistas y trepadores; motivo por el que considero inadmisible continuar alimentando la solidaridad acrítica con el Taller Libertario Alfredo López de La Habana.

Me pregunto ¿qué significado tiene el anarquismo para estos presuntos compañeros que rechazan a priori “la explosión social”? Tal como cínicamente señalan en su punto número 2, calificando de “trágico” ese probable estallido en “las circunstancias actuales de deterioro organizativo de las clases trabajadoras y los segmentos más precarizados de la sociedad”. ¿Acaso existe un lugar en la faz de la Tierra donde no se verifique ese “deterioro organizativo de las clases trabajadoras y los segmentos más precarizados de la sociedad”? ¿Consideran que la organización de las “clases trabajadoras” es más importante que la insurrección social?

Realmente, me resulta repulsiva esta suerte de anarcoliberalismo guarapero (o leninismo a la inversa), que privilegia abiertamente la forma sobre el contenido y le apuesta al desarrollo del movimiento ficticio de lxs oprimidxs, priorizando la forma de organización como factor virtualmente decisivo en el proceso de las luchas por la liberación total.

Eso que ustedes denominan “clases trabajadoras”, han quedado atrapadas –por su identificación con el trabajo– entre el paro y la precariedad, abandonando la pretendida “función histórica” que el mayor de los hermanos Marx les había asignado por decreto. Hoy, la más viva imagen de esas “clases”, la topan ejemplarmente retratada en el largometraje Parásitos, del surcoreano Bong Joon-ho. Esta fotografía se repite desde La Habana a Tombuctú, escenificando esa revolución que el “proletariado” nunca produjo e invariablemente concluye en la restauración del capital.

Empero, la ruina del viejo movimiento obrero –una vez trascendida su “función histórica”–, lejos de afligirnos nos alegra, porque nos indica la necesidad de lo nuevo y, nos impulsa a extender la lucha real; o sea, nos induce a ensanchar la insurrección permanente, dando paso a la anarquía inmediata (aquí y ahora), como único horizonte, tirando por la borda la tediosa espera por la acumulación de fuerzas y la fe en la sociedad utópica (donde se preserva la condición obrera en lugar de superarse).

Como anarquistas, concebimos nuestra lucha como la destrucción inmediata del Estado y las relaciones capitalistas de producción, y esto solo se concreta a través de la extensión del ilegalismo y la explosión social (que tanto repudian).

La buena noticia es que las “explosiones sociales” no requieren la autorización ni el visto bueno de estos anarcoliberales para producirse. Por lo general, ocurren de manera impredecible y casi siempre les pasan por encima. Se generan a partir de situaciones específicas que se exacerban –como por arte de magia–, sin el consentimiento de estos “arquitectos sociales”, eternamente comprometidos con el recogimiento cotidiano y el acomodo político.

La “explosión social” que cimbró el territorio controlado por el Estado chileno –sin dirección política ni programas revolucionarios–, de octubre de 2019 a febrero del 2020, no estaba “programada” en la calendarización de “acciones revolucionarias” de alguna organización de masas. Surgió de repente; en “las circunstancias actuales de deterioro organizativo de las clases trabajadoras y los segmentos más precarizados de la sociedad”. Comenzó con las inocuas protestas de un puñado de estudiantes secundarios que realizaron una evasión masiva en el Metro de Santiago, a modo de protesta pacífica contra el alza en la tarifa del sistema de trasporte público. Pero esa pequeña chispa, cuando fue auxiliada por la gasolina necesaria, fue suficiente para incendiar la pradera, provocando en cuestión de horas el “estado de emergencia” en dieciséis capitales regionales.

A los compañerxs anarquistas en la región, poco le importaron las motivaciones originales del conflicto. Pronto salieron a incinerar iglesias y a confrontar a los pacos en sus propias madrigueras. Como era de esperarse, inmediatamente la izquierda fungió de apagafuegos, recuperando la revuelta y facilitando la continuidad del Estado-capital. Para entonces, la lucha anárquica callejera se había replegado conscientemente, retomando el ataque selectivo en la oscuridad de la noche.

Sin duda, la vitalidad de los acontecimientos siempre es más potente que cualquier proceso de acumulación de fuerzas. Esas situaciones espontáneas nos brindan la oportunidad (única) de poner en práctica lo que aún está por ensayarse, alejados de las “alternativas” que, sin excepción, aseguran la continuidad de lo existente.

Los acontecimientos insurreccionales ocurren sin pedir permiso y rebasan (afortunadamente) a los organizadores. Así aconteció en París del 23 al 25 de febrero de 1848. Todo inició con la prohibición de un banquete, motivando manifestaciones reformistas en la Plaza de la Concordia. Los ánimos se exaltaron y la “explosión social” se salió de control. Se levantaron más de un millar de barricadas por toda la ciudad. El vandalismo insurreccional cobró presencia. Quemaron edificios públicos, expropiaron armas, asaltaron tiendas. Miles de estudiantes y artesanos, junto a la pequeña burguesía y la naciente “clase obrera”, marcharon iracundos al Palacio de las Tullerías. Pronto se incendió la mecha insurreccional por el resto de Europa: Viena, Pest, Buda, Bucarest, Berlín, Milán… Aquel acontecimiento se conocería como la “Primavera de los Pueblos” pero los nacionalismos supieron recuperar la revuelta y afianzar la dominación.

En 1871 las “explosiones sociales” desatarían nuevamente las pasiones insurreccionales. La Comuna de París resistió dos meses en pie de guerra estremeciendo al mundo, sin el auxilio de líderes ni programas revolucionarios, hasta que estos se impusieron convirtiéndose en su límite. Después vendrían las revoluciones programadas. Es decir, las revoluciones de octubre (la de 1917 en Rusia y, la de 1922 en Italia), imponiendo el fascismo rojo y pardo.

Tras el levantamiento nacionalsocialista del 17 y 18 de julio de 1936, las “explosiones sociales” en la península ibérica animaron el último y más singular de los proyectos revolucionarios en la historia de occidente. Sin embargo, la contrarrevolución esta vez sería administrada por las propias organizaciones obreras y ejecutada a través del frentismo, el militarismo y los llamados a alcanzar el “máximo rendimiento productivo” y a “establecer el orden”, reprimiendo la expropiación de bancos, el asalto a las instituciones y la destrucción de la economía.

Después de este escueto resumen, podríamos definir –grosso modo– las “explosiones sociales” como una práctica de lucha de lxs excluidxs, bastante recurrente en su impulso hacia la liberación total. Desde la muy particular perspectiva anárquica, las “explosiones sociales” merecen definirse como una suerte de trampolín que nos permiten llevar aún más lejos estas luchas, extendiendo la insurrección hacía experiencias todavía sin ensayar.

Las “explosiones sociales” están intrínsecamente relacionadas a la contradicción entre dominados y dominadores; por consiguiente, son el oxígeno imprescindible del fuego liberador. Consecuentemente, nos corresponde a las y los anarquistas facilitar todo el combustible necesario para evitar su extinción. Ese es nuestro propósito específico.

Entonces, reitero la pregunta pero ahora con más ahínco: ¿qué significado tiene el anarquismo para estos presuntos compañeros que rechazan a priori “la explosión social”? Y agrego nuevas interrogantes: ¿quién les dicta el punteo? Y ¿qué pretenden consolidar?

Por si fuera poco, el lapsus cálami antes mencionado; en el punto número 3, exigen “que el marco institucional del país dé prioridad a entidades auto-organizadas, como por ejemplo promover la creación de cooperativas y otros proyectos colectivos de producción y servicios de tipo autogestionario por encima de las micro-empresas capitalistas y otros emprendimientos con base en las asimetrías sociales, en especial el autoritarismo, la burocracia y la desigualdad económica.

Obviando el paradójico interés de estos presuntos anarquistas en jugar dentro del “marco institucional”, es realmente asombroso el catálogo de malabares que emprenden con la intención de fomentar la cogestión y darle continuidad al capitalismo bananero que impera en el archipiélago bajo regencia castrense.

Este tópico específico, aunado a los puntos subsiguientes (4 y 5), nos muestra a bote pronto el posicionamiento teórico-práctico de los abajofirmantes que, sin mediar miramientos, abogan por el desarrollo de nuevos gestores del capital, anticipando el fracaso anunciado de esta farsa.

Evidentemente, confunden el modo de producción con la forma de gestión. El capitalismo es un modo de producción y esto no se inmuta en función de quién o quiénes lo administren. Que lo gestionen (cogestionen o autogestionen) capitalistas, tenócratas, burócratas, militares, sindicalistas o cooperativistas, es completamente intrascendente: no interrumpe el movimiento de la ley del valor (San Carlitos de Tréveris, dixit).

En definitiva, la emancipación no se encuentra donde ustedes insisten en seguir hurgando. Solo alcanzaremos la liberación total destruyendo el modo de producción capitalista; es decir, echando abajo la economía, destruyendo el trabajo y las relaciones sociales que lo determinan.

Pero, dejando a un lado estos exabruptos “inocentes”; lo que aún me alarma más es el discurso subyacente en los puntos 6 y 12:

6. Si ha resultado posible reconocer la legitimidad de representantes de tendencias liberales dentro de la oposición política estatista cubana, nos consideramos portadores de la plenitud de legitimidad en tanto socialistas libertarios y parte de la organización de las clases trabajadoras en Cuba; si no ha sido posible tal reconocimiento, lo exigiremos para todas las opiniones políticas.

12. Estamos en guardia contra cualquier movida que, desde colectivos, procesos o esfuerzos que aspiran a la liberación, pudiese propiciar el emerger de nuevas y peligrosas dominaciones.”

La exigencia de reconocimiento “dentro de la oposición política estatista cubana” por parte del Estado y de “todas las opiniones políticas” como “portadores de la plenitud de legitimidad en tanto socialistas libertarios y parte de la organización de las clases trabajadoras en Cuba”; esboza los lineamientos de un “anarquismo” MUY sui géneris, por decir lo menos, y alumbra las verdaderas intenciones de estos presuntos compañeros, no solo encaminadas al auxilio de la cosmetología sistémica (que pretende presentar al régimen bajo el nuevo maquillaje de la tolerancia democrática) sino que deja ver las ansias participacionistas de los firmantes, mendigando las moronas del pastel.

Para rematar, en el último punto de este patético comunicado, se erigen como policías voluntarios “contra cualquier movida que, desde colectivos, procesos o esfuerzos que aspiran a la liberación, pudiese propiciar el emerger de nuevas y peligrosas dominaciones”. Aquí, no únicamente se revelan como aventajadas pitonisas sino se suman al culto de la continuidad, alimentando el “miedo al Coco”. Ese mítico personaje que siempre amenaza con aparecer si nos portamos mal y del que constantemente echa mano el nacionalsocialismo cubano para preservar el Poder.

No cabe duda que a estos presuntos anarquistas les urge una profunda reflexión en torno al Poder.

El anarquismo no puede definirse si no es a partir de un estado permanente de confrontación con el Poder. La crítica anárquica contemporánea, se funda necesariamente en el reconocimiento de la historicidad presente del Poder, lo que está intrínsecamente vinculado tanto con su distribución institucionalizada (a través de las relaciones de dominación) como con su condición de estrategia, siempre asociada a ciertos regímenes de producción de verdad.

La posibilidad de “nuevas y peligrosas dominaciones” jamás ha sido una limitante para la lucha anárquica. Estamos conscientes que el Poder constantemente se transforma, lo que nos impone la necesidad de reubicar el problema: no se trata de estar “en guardia” contra las movidas, “procesos o esfuerzos que aspiran a la liberación” sino de estar en guardia y confrontar una y cada una de las distintas estrategias del Poder, sabedores que nuestra lucha es permanente.

A mediados de la década de los años cincuenta del siglo pasado, el anarquismo cubano se sumó enérgicamente a la lucha contra la dictadura del general Fulgencio Batista, dejando constancia –en incontables declaraciones y documentos impresos– de los riesgos evidentes “de nuevas y peligrosas dominaciones” próximas a emerger, señalando las características del futuro dictador, así como sus reconocidos vínculos y compromisos con la Iglesia Católica, su militancia ultranacionalista y, la paulatina penetración stalinista en el Movimiento 26 de Julio. Sin embargo, todos estos peligros implícitos no impidieron darle rienda a sus aspiraciones de libertad. Consecuentemente, lucharon por deponer a Batista mientras se preparaban para confrontar al dictador en ciernes.

Lxs anarquistas amamos la libertad e intentamos procurárnosla, aún sabiendo que es un espacio efímero en la interminable secuencia entre tiranía y Anarquía. De ahí la propuesta de insurrección permanente. Cuando renunciamos a esas ansias de liberación total abandonamos la esencia de la lucha anárquica.

Un “anarquismo” que rechaza la “explosión social”; que exige el reconocimiento de su “legitimidad” ante el Estado; que aboga por la cogestión y la continuidad del modo de producción capitalista; que se apresta a maquillar al régimen; se posiciona “en guardia contra cualquier movida que, desde colectivos, procesos o esfuerzos que aspiran a la liberación”; y renuncia a luchar por miedo a las “nuevas y peligrosas dominaciones” que pudiesen emerger; es un “anarquismo” desdentado, sin garras ni corazón, que le apuesta a la sobrevivencia política, sin riesgos ni sobresaltos, al margen del acontecer y de espaldas a la lucha. Un “anarquismo” así no merece esa denominación.

Gustavo Rodríguez,

Planeta Tierra,

A 18 de enero de 2021.


Posdata (de aclaración anticipada): Tras la publicación de esta crítica, no me extrañaría escuchar algunas voces defendiendo lo indefendible desde las penumbras de la ambigüedad, en una especie de acto de expiación; de tal suerte, solo se verificaría la insoportable levedad del anarquismo guarapero y sus lamentables alcances en nuestras tiendas.

Posdata (de consolación): Estoy consciente que nada está determinado de antemano. De ustedes depende –de ahora en más– que las iniciativas del Centro Social ABRA, se enlacen con el ciclo actual de la lucha anárquica y se aboquen a darle vida a la Anarquía o, degeneren, sin pena ni gloria, en el Lawton Social Club y, concluyan sus días entonando “Cuba, qué linda es Cuba” (bajo el sello World Circuit) en cada aniversario luctuoso del empedrado.


La noche de los muertos vivientes o, la necesidad de que los muertos entierren a sus muertos

Aporte de Gustavo Rodríguez


El regreso de los muertos vivientes (1985) | El taller del ...

La noche de los muertos vivientes o, la necesidad de que los muertos entierren a sus muertos

«La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal […] En esas revoluciones, la resurrección de los muertos servía, pues, para glorificar las nuevas luchas y no para parodiar las antiguas, para exagerar en la fantasía la misión trazada y no para retroceder ante su cumplimiento en la realidad, para encontrar de nuevo el espíritu de la revolución y no para hacer vagar otra vez a su espectro […] La revolución social del siglo XIX no puede sacar su poesía del pasado, sino solamente del porvenir. No puede comenzar su propia tarea antes de despojarse de toda veneración supersticiosa por el pasado. Las anteriores revoluciones necesitaban remontarse a los recuerdos de la historia universal para aturdirse acerca de su propio contenido. La revolución del siglo XIX debe dejar que los muertos entierren a sus muertos, para cobrar conciencia de su propio contenido». (1)

Carlos Marx

Cito extensamente la más lúcida reflexión del mayor de los hermanos Marx, con la intención de señalar, no sólo la validez de tal introspección en nuestros días sino para enfatizar el talante espiritista de los marxianos contemporáneos y de esos antiautoritarios que conducen «sus luchas» con la vista fija en el espejo retrovisor. Lo verdaderamente sorprendente es que se esperen resultados diferentes siguiendo al pie de la letra las mismas instrucciones de antaño, aliándose a una visión «progresista» (positiva) que construye narrativas triunfalistas e inspira películas grotescas (al estilo «Libertarias»(2)) y culebrones asquerosos (como «Vientos de agua»(3)).

Hoy, el marxismo y el anarco-comunismo son tradiciones de todas las generaciones muertas que oprimen el cerebro de los vivos y provocan hipoxia, impidiendo la concreción de «algo nunca visto». Lo que nos ratifica que toda tradición se convierte fácil e invariablemente en dogma y ortodoxia. Paradójicamente, se continúa invocando a los espíritus del pasado y se toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, sus ropajes, para disfrazarse de vejez venerable y repetir por enésima ocasión la arenga con lenguaje prestado, recreando las mismas acciones que condujeron a TODAS las revoluciones por la senda de la «contrarrevolución», imponiendo regímenes fascistas (rojos y/o pardos), erigidos en torno al trabajo y la productividad; o sea, intrínsecamente capitalistas.

Los «comunizadores» (neocomunistas o comonistas), los neosituacionistas, los posanarquistas, e incluso los insurreccionalistas «ortodoxos»(4), permanecen atrapados en el siglo pasado. Se agarran del pasado para seguir aferrados al «futuro». No entienden que no hay futuro porque el futuro quedó atrás. Pero tampoco se trata de «Volver al futuro» –como la trilogía de Robert Zemeckis– sino de habitar el presente. De vivir intensamente la insurrección cotidiana, de ocupar esos efímeros espacios que permiten avivar el fuego. Pero sin dotar de existencia artificial esos resquicios. Hay que evitar que se conviertan en trincheras. Es decir, en nuevas trampas: falsos agujeros que alientan la visión militarista e impiden que «algo nunca visto» se potencialice. Continuar anclados al análisis en torno a la reestructuración capitalista de las tres últimas décadas del pasado siglo, obstruye la compresión del presente e invita a prolongar el fogueo con balas de salva, frenando el accionar concreto de la subversión contemporánea.

Urge darle el tiro de gracia al siglo XX para sepultar con él todas las ilusiones novecentistas. En ese mismo ataúd, apremia enterrar «nuestra» memoria; es decir, la historia del «movimiento obrero», la historia de las revoluciones y, todas las pulsaciones utópicas que acompañaron a esas narrativas sociales propias de la forma de pensar de otro siglo. Hay que cuestionar las formas de memoria e impulsar el olvido anárquico como parte integral del proyecto de liberación total. Tenemos que inhumar a los muertos y dejar de tropezar con sus leyendas, para permitir que el espectro fluya; esa entidad intangible y sin rostro que es la potencia anárquica: ese espíritu que recorre el mundo, que inquieta, trastorna, irrumpe, violenta.

Urge desalojar la tradición, convencidos que las seguridades de lo sabido no pueden ofrecernos respuestas universales y consoladoras. En su lugar, hemos de promover nuestra capacidad de improvisación, desarrollando la insurrección permanente en entornos constantemente cambiantes dentro del flujo caótico de la vida. Olvidar, aviva la espontaneidad y nos brinda la oportunidad de explorar formas de destrucción más creativas y modos de estar anárquicos en el mundo –que liberen la indisciplina subversiva e infecten de ilegalidad todos los espacios sociales–, actuando como un desencadenante de caos que impida las sistematizaciones formales y la (nueva) normalización. Para estar anarquistas, tendremos que dejar de ser.

En junio de 1958, la Internacional Situacionista ya daba cuenta de la necesidad del olvido y así lo plasmaba en las notas editoriales del primer número de su boletín central: «Los situacionistas se ponen al servicio de la necesidad del olvido. La única fuerza de la que pueden esperar algo es del proletariado, teóricamente sin pasado, obligado permanentemente a reinventarlo todo, del que Marx dijo que “es revolucionario o no es nada”.»(5) Y, para diciembre de ese mismo año, en el editorial de su segundo número, reafirmaban «Nosotros somos partidarios del olvido. Olvidamos nuestro pasado y olvidaremos  nuestro presente. No nos reconocemos contemporáneos de quienes se contentan con poco.»  Sin embargo, pese al efluvio catalizador que aún conservan estas imágenes, es innegable la poca vocación de olvido que caracterizó a los situacionistas. Varados en la verborrea marxiana, se dedicaron en cuerpo y alma a evocar el pasado, exaltando las trasnochadas propuestas de los consejos obreros como mecanismo único de liberación a través de la autogestión del capital.

Halberstam nos recalca –inmerso en las contribuciones que tensionan la negatividad radical de la baja teoría queer– que, «Podemos desear olvidar la familia y olvidar el linaje, y olvidar la tradición, con el fin de empezar desde un nuevo lugar, no el lugar donde lo viejo engendra lo nuevo, donde lo viejo prepara el terreno de lo nuevo, sino donde lo nuevo empieza de cero, sin las restricciones de la memoria ni de la tradición, y sin pasados que se puedan utilizar.»(6) Hoy, la lucha anárquica –emancipada de pasado y ajena a todos los intentos resucitadores que anhelan repetir hasta el cansancio las revoluciones pasadas–, debe empezar de cero, desprendida del linaje y del lastre de la tradición. La tradición en que aún vivimos, ha buscado por todos sus medios evitar la Anarquía.

Si aspiramos a la destrucción de todo lo existente, habrá que emprender este camino desde un nuevo lugar, no desde aquél idílico paisaje de las ruinas del viejo mundo donde engendraría el nuevo que portamos en nuestros corazones, sino vislumbrando algunas concepciones originales y materializando las acciones necesarias que nos concedan la ruina de la dominación en este instante pero sin albergar esperanzas utópicas. La Anarquía no es el sendero que conduce a la Utopía, como el cristianismo secular decimonónico pretendía hacer creer, promoviendo la fe en una abstracción heredera de las antiguas esperanzas cristianas. La Anarquía da la oportunidad de vivir y concretar la destrucción en presente, a quienes no se dirigen a ninguna parte ni alojan esperanzas  en soluciones mediatizadas o en regímenes por-venir en nombre de la libertad y la igualdad. En ese sentido, no puede entenderse como una práctica alternativa o antagonista a la dominación, sino como un «disruptor», un «virus» o un «contaminante». Una suerte de cáncer infiltrante que se contenta cada día con destruir lo «próximo» y no un telos lejano. Lo «próximo», es lo único que tenemos y no lo intangible universal. Pero, destruyendo lo «próximo», de manera simultánea en diferentes regiones del cuerpo social, se provoca la metástasis.

Ésta es la Anarquía realizable: efímera y terrenal, eventual e imperfecta, irregular y compleja. Justo en esa trama, yace la posibilidad de desplegar un paradigma anárquico renovado, capaz de tonificar los músculos de nuevos desarrollos teórico-prácticos con vocación de presente; es decir, conscientes que el pasado es un conjunto de hábitos del que no tenemos nada que aprender y mucho menos que imitar. Le toca entonces a este paradigma demostrar sus preeminencias en términos de actualidad, extensión y profundidad en un nuevo orden tripolar impuesto por el capitalismo hipertecnológico.

Las movilizaciones del hartazgo, la rabia de la desesperanza y, las rebeliones de la miseria, solo reafirman la continuidad de la dominación, es decir, producen más capitalismo. Sólo el fuego podrá obsequiarnos la Anarquía, detentando el peso único de esta palabra. Es decir, sin aproximaciones, sustitutos ni sinónimos que no expresan lo mismo ni se acercan –remotamente– al ímpetu de nuestras pasiones.

Gustavo Rodríguez
Planeta Tierra, 1º de septiembre 2020

(Extraído del folleto El aroma del fuego: la rabia de la desesperanza en un mundo tripolar.)


1.  Marx, C., El dieciocho brumario de Luis Bonaparte; recogido en Marx, C. y, Engels, F., Obras escogidas en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú 1981, Tomo I, página 404.
2.  Largometraje español, realizado en 1996, dirigido por Vicente Aranda y basada en la novela La monja libertaria (Planeta,1981) de Antonio Rabinad.
3.  Serie de televisión argentino-española, dirigida por el peronista Juan José Campanella (2006).
4.  La acción insurreccional –por muy emancipadora que parezca desde una óptica subjetiva– se satisface a sí misma pero es incapaz de trascender lo obsoleto, reincidiendo irreflexivamente en  gestos caducos.
5.   La lucha por el control de las nuevas técnicas de condicionamiento, Internationale Situationniste, Nº 1,  recogido en Internacional Situacionista. Textos íntegros en castellano de la revista Internationale Situationniste (1958-1968). Vol. 1: La realización del arte (# 1-6), Literatura Gris, Madrid, 1999, p.12.
6.  Halberstam, Jack, El arte queer del fracaso, Editorial Egales, Barcelona/Madrid, 2018. P. 80.

(Chile) ¡Sebastian Oversluij Presente! Documental (Video)

Ver en Youtube

Ver en gorf.tube

Difundimos video documental sobre la vida del compañero Sebastián
“Angry” Oversluij, asesinado mientras intentaba expropiar un banco el 11
de diciembre de 2013 en Santiago, Chile.

El material se elaboró con información de libros, propaganda,
conversaciones y fragmentos de videos públicos e inéditos. Los dibujos
que acompañan el relato fueron hechos por el compañero.

Con Sebastián Oversluij y Alexandros Grigoropoulos en cada Diciembre
Negro. ¡Memoria y acción!

Notas:
1. Quienes deseen aportar a la difusión traduciendo el texto a otros
idiomas, pueden escribir a memoriayaccion@riseup.net
2. En el minuto 17:32 donde se menciona “los años 2016-2010” se refiere
a “los años 2006-2010”.

Link para ver video:
https://gorf.tube/videos/watch/af37b9d5-561c-428d-bdb5-aae1ca7d2a27

 

(Chile) CON SANGRE EN LOS OJOS Y EL PUÑAL EN EL CUELLO DE LA BESTIA.

De un colaborador de  anarquia.info


Anarquía en 2020 | Anarquia, Arte, ZoombiesEl silencio es la base de la autoridad. Toda sociedad autoritaria se fundamenta en el silencio. Ayudar a mantenerlo te convierte en cómplice. Hoy más que nunca se hace necesario romper el silencio y renunciar a la indiferencia y la pasividad. Se impone tomar el puñal y colocarlo en el cuello de la bestia autoritaria, que mantiene secuestrados en su vientre a compañeros y compañeras que siguen gritando por la anarquía con sangre en ojos.

Lejos de la academia y de los grandes escritos teóricos, este escrito tiene por objetivo aportar un diminuto granito de arena en la ofensiva anárquica, desde la perspectiva del anarquismo negro y su lucha contra todo lo existente. Con anarquismo negro, me refiero a un anarquismo de praxis, alejado de los especímenes que en este último tiempo se han ido manifestando en la región chilena, imponiendo ese “rojoscuro” que cada día tiene más cabida en los espacios de la lucha “antiautoritaria”.

En todas las regiones del mundo se está desarrollando la lucha anárquica, con su ritmo y radicalidad, dependiendo del lugar, pero con el objetivo claro: la destrucción de toda forma de dominación y autoridad. Como consecuencia, el Estado utiliza todas las herramientas a su alcance con el fin de exterminar el germen anárquico, asesinando compañeros y compañeras o encerrándoles con largas sentencias en prisión, siendo este último destino el final preferido de nuestros enemigos, porque tienen la idea de que así “nos hacen pagar”, a través de torturas físicas o sicológicas, no sólo a nosotrxs sino a nuestras familias y afinidades, buscando de esta forma extirpar cualquier anhelo de liberación total, imponiéndonos su realidad donde no cabe la posibilidad de una existencia sin autoridad (sin importar que tendencia política tenga esta).

Sin embargo, esta realidad no nos intimida para continuar avanzando en la ofensiva, ni nos impide seguir desarrollando la lucha anárquica en todas las regiones del mundo. Compañeras y compañeros se arrojan a la batalla sin temor, y enfrentan a los Estados sean de la tendencia que sean.

Pero al parecer, a veces se nos olvidada, con el latir de nuestros corazones acelerados (ardiendo al calor de la ofensiva), verificar a quién denominamos compañerx, y cerciorarnos si sus objetivos también son los nuestros. Muchas veces, sólo nos basta que se arrojen contra el capital, para considerarlxs “compañerxs” ¿pero sólo buscamos la destrucción de un modelo socio-político-económico o como anarquistas aspiramos a mucho más?

Lxs anarquistas no luchamos sólo contra el capital, luchamos contra el Estado. Contra todo tipo de Estado, contra todo poder, contra toda autoridad. Para nosotrxs no hay diferencia, ni distinciones político-ideológicas. Sin embargo, a veces nos olvidamos que muchxs de lxs que ahora llamamos “compañerxs”, en realidad son autoritarixs que fueron derrotados en su intento de imponer su dictadura y no consiguieron llegar al poder, pero, ciertamente esas son sus intenciones.

Herederos de la unidad popular, de las organizaciones autoritarias (marxistas-leninistas-maoístas-guevaristas) de la resistencia durante la dictadura cívico-militar, de los grupos paramilitares autoritarios post-dictadura, continuadores de las esperanzas dictatoriales de sus comandantes muertos o que actualmente se encuentran en prisión, en el último tiempo se vienen disfrazando de “compañerxs” y son aceptadxs como afines a la praxis anarquista, en nombre de la lucha subversiva, libertaria, antiautoritaria y revolucionaria.

Desde el primer momento, con un lenguaje afilado, este proyecto dejó claro que no publicaría comunicados, información o cualquier tipo de noticias relacionadas con militantes autoritarixs, lo que provocó fuertes críticas y la condena de algunos grupos de contra-información. Pasados los años, no hay arrepentimientos. Hoy más que nunca se reafirma esa decisión y se consolida el posicionamiento anárquico, apostándole al anarquismo negro y a la nada creadora, a esa lucha sin tregua por la que tantos compañeros y compañeras han dado su vida y otrxs se encuentran en prisión con largas condenas, donde son torturados cotidianamente. Sin olvidar que en Grecia se ha llegado incluso a secuestrar a hijos de compañerxs y a encarcelar a sus familiares, al igual que en Turquía e Irán, ya ni mencionar todo lo que esta ocurriendo en Italia, donde se persigue cualquier gesto solidario con los compañeros y compañeras encarceladas a consecuencias de las distintas operaciones represivas.

No es victimismo, al contrario, todxs nuestrxs afines se reivindican culpables. Lo hacemos para poner sobre la mesa algunas de las tantas consecuencias que asumimos al tomar gustosos el camino de la lucha por la anarquía. Basta mencionar la situación del compañero Eric King y su dura lucha dentro de la prisión y su posición irreductible, por la Libertad y la Anarquía, aquí y ahora.

Con estas palabras, no solo quiero reafirmar el posicionamiento teórico y práctico de este proyecto, sino aclarar que tipo de información se publica en este sitio y por qué nos negamos decididamente a publicar todo lo que no corresponda con nuestros principios. Nuestro objetivo es generar un punto de quiebre en los círculos anarquistas que siguen fomentando ese movimiento ficticio (que nos menciona Bonnano) en la región chilena y le apuestan a la unificación de prácticas y discursos totalmente antagónicos y contradictorios. Es importante dejar en claro que un posicionamiento subversivo o autónomo, no significa haber dejado de lado la idea de la toma del poder y la imposición de una sociedad autoritaria.

La conmemoración de la muerte en combate de militantes de organizaciones marxistas-leninistas o el asesinato en prisión del eco-fascista Kevin Garrido y las historias de la cárcel del excomandante del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, no tienen lugar en este sitio. No podemos hablar de “compañerxs” en estos casos siendo que apuestan por la imposición de una sociedad autoritaria, y la construcción de una “memoria revolucionaria” apegada a su propuesta de lucha.

Entendiendo la anarquía como la lucha constante por la liberación total, es que hago este escrito. Ese es el posicionamiento de este proyecto, reafirmando el compromiso con la ofensiva insurreccional anárquica, la afinidad y la informalidad, lejos del rojoscuro que oportunamente se nos muestra como “compañero”.

Por la anarquía.

En memoria de todas y todos los caídos que se han arrojado a la lucha por la liberación total: Sebastían Oversluij Seguel, Mauricio Morales Duarte, Willem Van Spronsen, Mikhail Zhlobitsky, y a todas/todos nuestros presos que se mantienen irreductibles, apostándole a la anarquía a pesar de estar detrás de las rejas: Gabriel Pombo da Silva, Eric King, Dinos Giagtzoglou, Michael Kimble, Alfredo Cospito, Anna Beniamino.

Vorágine de Anarquía.info