La noche de los muertos vivientes o, la necesidad de que los muertos entierren a sus muertos

Aporte de Gustavo Rodríguez


El regreso de los muertos vivientes (1985) | El taller del ...

La noche de los muertos vivientes o, la necesidad de que los muertos entierren a sus muertos

«La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal […] En esas revoluciones, la resurrección de los muertos servía, pues, para glorificar las nuevas luchas y no para parodiar las antiguas, para exagerar en la fantasía la misión trazada y no para retroceder ante su cumplimiento en la realidad, para encontrar de nuevo el espíritu de la revolución y no para hacer vagar otra vez a su espectro […] La revolución social del siglo XIX no puede sacar su poesía del pasado, sino solamente del porvenir. No puede comenzar su propia tarea antes de despojarse de toda veneración supersticiosa por el pasado. Las anteriores revoluciones necesitaban remontarse a los recuerdos de la historia universal para aturdirse acerca de su propio contenido. La revolución del siglo XIX debe dejar que los muertos entierren a sus muertos, para cobrar conciencia de su propio contenido». (1)

Carlos Marx

Cito extensamente la más lúcida reflexión del mayor de los hermanos Marx, con la intención de señalar, no sólo la validez de tal introspección en nuestros días sino para enfatizar el talante espiritista de los marxianos contemporáneos y de esos antiautoritarios que conducen «sus luchas» con la vista fija en el espejo retrovisor. Lo verdaderamente sorprendente es que se esperen resultados diferentes siguiendo al pie de la letra las mismas instrucciones de antaño, aliándose a una visión «progresista» (positiva) que construye narrativas triunfalistas e inspira películas grotescas (al estilo «Libertarias»(2)) y culebrones asquerosos (como «Vientos de agua»(3)).

Hoy, el marxismo y el anarco-comunismo son tradiciones de todas las generaciones muertas que oprimen el cerebro de los vivos y provocan hipoxia, impidiendo la concreción de «algo nunca visto». Lo que nos ratifica que toda tradición se convierte fácil e invariablemente en dogma y ortodoxia. Paradójicamente, se continúa invocando a los espíritus del pasado y se toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, sus ropajes, para disfrazarse de vejez venerable y repetir por enésima ocasión la arenga con lenguaje prestado, recreando las mismas acciones que condujeron a TODAS las revoluciones por la senda de la «contrarrevolución», imponiendo regímenes fascistas (rojos y/o pardos), erigidos en torno al trabajo y la productividad; o sea, intrínsecamente capitalistas.

Los «comunizadores» (neocomunistas o comonistas), los neosituacionistas, los posanarquistas, e incluso los insurreccionalistas «ortodoxos»(4), permanecen atrapados en el siglo pasado. Se agarran del pasado para seguir aferrados al «futuro». No entienden que no hay futuro porque el futuro quedó atrás. Pero tampoco se trata de «Volver al futuro» –como la trilogía de Robert Zemeckis– sino de habitar el presente. De vivir intensamente la insurrección cotidiana, de ocupar esos efímeros espacios que permiten avivar el fuego. Pero sin dotar de existencia artificial esos resquicios. Hay que evitar que se conviertan en trincheras. Es decir, en nuevas trampas: falsos agujeros que alientan la visión militarista e impiden que «algo nunca visto» se potencialice. Continuar anclados al análisis en torno a la reestructuración capitalista de las tres últimas décadas del pasado siglo, obstruye la compresión del presente e invita a prolongar el fogueo con balas de salva, frenando el accionar concreto de la subversión contemporánea.

Urge darle el tiro de gracia al siglo XX para sepultar con él todas las ilusiones novecentistas. En ese mismo ataúd, apremia enterrar «nuestra» memoria; es decir, la historia del «movimiento obrero», la historia de las revoluciones y, todas las pulsaciones utópicas que acompañaron a esas narrativas sociales propias de la forma de pensar de otro siglo. Hay que cuestionar las formas de memoria e impulsar el olvido anárquico como parte integral del proyecto de liberación total. Tenemos que inhumar a los muertos y dejar de tropezar con sus leyendas, para permitir que el espectro fluya; esa entidad intangible y sin rostro que es la potencia anárquica: ese espíritu que recorre el mundo, que inquieta, trastorna, irrumpe, violenta.

Urge desalojar la tradición, convencidos que las seguridades de lo sabido no pueden ofrecernos respuestas universales y consoladoras. En su lugar, hemos de promover nuestra capacidad de improvisación, desarrollando la insurrección permanente en entornos constantemente cambiantes dentro del flujo caótico de la vida. Olvidar, aviva la espontaneidad y nos brinda la oportunidad de explorar formas de destrucción más creativas y modos de estar anárquicos en el mundo –que liberen la indisciplina subversiva e infecten de ilegalidad todos los espacios sociales–, actuando como un desencadenante de caos que impida las sistematizaciones formales y la (nueva) normalización. Para estar anarquistas, tendremos que dejar de ser.

En junio de 1958, la Internacional Situacionista ya daba cuenta de la necesidad del olvido y así lo plasmaba en las notas editoriales del primer número de su boletín central: «Los situacionistas se ponen al servicio de la necesidad del olvido. La única fuerza de la que pueden esperar algo es del proletariado, teóricamente sin pasado, obligado permanentemente a reinventarlo todo, del que Marx dijo que “es revolucionario o no es nada”.»(5) Y, para diciembre de ese mismo año, en el editorial de su segundo número, reafirmaban «Nosotros somos partidarios del olvido. Olvidamos nuestro pasado y olvidaremos  nuestro presente. No nos reconocemos contemporáneos de quienes se contentan con poco.»  Sin embargo, pese al efluvio catalizador que aún conservan estas imágenes, es innegable la poca vocación de olvido que caracterizó a los situacionistas. Varados en la verborrea marxiana, se dedicaron en cuerpo y alma a evocar el pasado, exaltando las trasnochadas propuestas de los consejos obreros como mecanismo único de liberación a través de la autogestión del capital.

Halberstam nos recalca –inmerso en las contribuciones que tensionan la negatividad radical de la baja teoría queer– que, «Podemos desear olvidar la familia y olvidar el linaje, y olvidar la tradición, con el fin de empezar desde un nuevo lugar, no el lugar donde lo viejo engendra lo nuevo, donde lo viejo prepara el terreno de lo nuevo, sino donde lo nuevo empieza de cero, sin las restricciones de la memoria ni de la tradición, y sin pasados que se puedan utilizar.»(6) Hoy, la lucha anárquica –emancipada de pasado y ajena a todos los intentos resucitadores que anhelan repetir hasta el cansancio las revoluciones pasadas–, debe empezar de cero, desprendida del linaje y del lastre de la tradición. La tradición en que aún vivimos, ha buscado por todos sus medios evitar la Anarquía.

Si aspiramos a la destrucción de todo lo existente, habrá que emprender este camino desde un nuevo lugar, no desde aquél idílico paisaje de las ruinas del viejo mundo donde engendraría el nuevo que portamos en nuestros corazones, sino vislumbrando algunas concepciones originales y materializando las acciones necesarias que nos concedan la ruina de la dominación en este instante pero sin albergar esperanzas utópicas. La Anarquía no es el sendero que conduce a la Utopía, como el cristianismo secular decimonónico pretendía hacer creer, promoviendo la fe en una abstracción heredera de las antiguas esperanzas cristianas. La Anarquía da la oportunidad de vivir y concretar la destrucción en presente, a quienes no se dirigen a ninguna parte ni alojan esperanzas  en soluciones mediatizadas o en regímenes por-venir en nombre de la libertad y la igualdad. En ese sentido, no puede entenderse como una práctica alternativa o antagonista a la dominación, sino como un «disruptor», un «virus» o un «contaminante». Una suerte de cáncer infiltrante que se contenta cada día con destruir lo «próximo» y no un telos lejano. Lo «próximo», es lo único que tenemos y no lo intangible universal. Pero, destruyendo lo «próximo», de manera simultánea en diferentes regiones del cuerpo social, se provoca la metástasis.

Ésta es la Anarquía realizable: efímera y terrenal, eventual e imperfecta, irregular y compleja. Justo en esa trama, yace la posibilidad de desplegar un paradigma anárquico renovado, capaz de tonificar los músculos de nuevos desarrollos teórico-prácticos con vocación de presente; es decir, conscientes que el pasado es un conjunto de hábitos del que no tenemos nada que aprender y mucho menos que imitar. Le toca entonces a este paradigma demostrar sus preeminencias en términos de actualidad, extensión y profundidad en un nuevo orden tripolar impuesto por el capitalismo hipertecnológico.

Las movilizaciones del hartazgo, la rabia de la desesperanza y, las rebeliones de la miseria, solo reafirman la continuidad de la dominación, es decir, producen más capitalismo. Sólo el fuego podrá obsequiarnos la Anarquía, detentando el peso único de esta palabra. Es decir, sin aproximaciones, sustitutos ni sinónimos que no expresan lo mismo ni se acercan –remotamente– al ímpetu de nuestras pasiones.

Gustavo Rodríguez
Planeta Tierra, 1º de septiembre 2020

(Extraído del folleto El aroma del fuego: la rabia de la desesperanza en un mundo tripolar.)


1.  Marx, C., El dieciocho brumario de Luis Bonaparte; recogido en Marx, C. y, Engels, F., Obras escogidas en tres tomos, Editorial Progreso, Moscú 1981, Tomo I, página 404.
2.  Largometraje español, realizado en 1996, dirigido por Vicente Aranda y basada en la novela La monja libertaria (Planeta,1981) de Antonio Rabinad.
3.  Serie de televisión argentino-española, dirigida por el peronista Juan José Campanella (2006).
4.  La acción insurreccional –por muy emancipadora que parezca desde una óptica subjetiva– se satisface a sí misma pero es incapaz de trascender lo obsoleto, reincidiendo irreflexivamente en  gestos caducos.
5.   La lucha por el control de las nuevas técnicas de condicionamiento, Internationale Situationniste, Nº 1,  recogido en Internacional Situacionista. Textos íntegros en castellano de la revista Internationale Situationniste (1958-1968). Vol. 1: La realización del arte (# 1-6), Literatura Gris, Madrid, 1999, p.12.
6.  Halberstam, Jack, El arte queer del fracaso, Editorial Egales, Barcelona/Madrid, 2018. P. 80.

¿Para quién trabajan los apasionados communards de nuestros días?

Escrito por Gustavo Rodríguez


Mayo del 68 y la Sociedad del Espectáculo, medio siglo después

Desde 1871 –año en que el «poeta maldito» escribiera esta misiva–, no era necesario ser “vidente” para ver lo evidente: las masas de trabajadores que combatían en las barricadas de París seguían trabajando. Aquella «huelga salvaje» frente a la autoridad de Versalles, era a su vez, un nuevo trabajo que producía nuevas obligaciones y les condenaba a perpetuar el trabajo in saecula saeculorum. Tan profunda reflexión, en pleno trance nigromante, probablemente incitó a Rimbaud a cuestionarse: ¿para quién trabajaban los apasionados communards? profetizando un sistema de dominación fundamentado en la democracia directa como eje de gestión político-social, que aseguraba la permanencia de la autoridad y la continuidad del trabajo.

Por eso su furibundo rechazo (¡nunca jamás!) al proceso de alienación humana, consciente que la liberación total «consiste en alcanzar lo desconocido»2 ; única vía de escape del mercado cultural al que estaba forzado a vender su «mercancía». Quizá por ello, para Bakunin –con su espíritu subversivo y su lujuriosa irreverencia– aquellos setenta y tantos días de insurrección generalizada fueron una fiesta interminable y no una agotadora jornada de construcción social; al igual que para las aguerridas pétroleuses que gozaron los fugaces instantes de la primavera de 1871 como una orgásmica apoteosis de fuego y sedición. Mientras que para Engels, aquél acontecimiento expresó el «más vivo ejemplo de la dictadura del proletariado», vislumbrando la futura utilidad de la masa trabajadora.
El slogan histórico de los marxianos («¡abolición del trabajo asalariado!»), aún retumba en estos días reiterado por propios y extraños –con lamentable aceptación en nuestras tiendas–, como si la miserable retribución económica de la explotación de nuestra fuerza física e intelectual fuera el problema, y no el trabajo en sí, olvidando la raíz del vocablo. Si bien una etimología no es la Verdad (con mayúscula) sino una alegoría que permitió en su momento describir una realidad específica constituyendo la visión de mundo en nuestra mente, es realmente revelador lo que representó en algún período de la historia el vocablo «trabajo».

Las palabras «trabajo» (en castellano), «travail» (francés), «trabalho» (portugués), «traballo» (gallego), «trabayu» (asturiano) y, «treball» (en catalán y valenciano), derivan del latín vulgar tripalium: un instrumento de tortura similar al cepo que consistía de «tres palos»» a los que se ataba a la persona que recibía el tormento. De ahí el significado de tripaliare: «tortura», «tormento» o «dolor provocado»3 .

Si etimológicamente la expresión «trabajo forzado» es una suerte de pleonasmo; bajo el enunciado «trabajo asalariado», queda al descubierto el sinsentido del término, a menos que se trate de entusiastas masoquistas que, consecuentemente, se nieguen a cobrar por ser torturados. Ya ni mencionar esos peculiares seres tan bien domesticados que aman el trabajo, superando con creces la narrativa de Von Sacher-Masoch, con perdón de todas y todos los amantes de infringirse dolor (a voluntad) con placenteros resultados, reconciliando la tensión entre placer y muerte en una profunda alteración del tiempo mismo4 .

No es obra del azar que las incursiones psicogeográficas de Debord –cuatro años antes de fundar la Internacional Situacionista–, concluyeran con un graffiti en las proximidades del Sena con la inscripción «NE TRAVAILLEZ JAMAIS!» (¡No trabajes jamás!), retomando el grito de guerra de Rimbaud, recargado por la intuición punzocortante de la negación dadaísta «contre tout el tous» (contra todo y todos) y la «guerra contra el trabajo» del movimiento surrealista. Tampoco es fruto de la casualidad que a finales de la década del setenta el compañero Alfredo Bonanno y los sectores anárquicos más aguerridos de Italia, centraran la lucha en la destrucción del trabajo tras la experiencia del mayo rampante de 1977, dándo rienda suelta a las tésis insurreccionales ante el inmovilismo anarcosindicalista y la degeneración del libertarismo de síntesis.

En contraste, los marxianos de todas las denominaciones –socialdemócratas, espartaquistas/luxemburguistas, consejistas, leninistas (trotskistas, stalinistas, maoístas y otras sub-especies), operaístas, autónomos, socialistas libertarios y, anarcosindicalistas–, posponen la destrucción del trabajo y la consiguiente destrucción de la economía, anteponiendo a este momento emancipador el programa de consolidación del poder obrero (comunista/anarquista), estimulando el desarrollo de las fuerzas productivas y limitándose a gestionar o «autogestionar» –en el caso de los sindicalistas libertarios y los consejistas– la economía, asegurando el desarrollo del Capital. De esta visión (corta de miras), no quedarían excentos ni los situacionistas. El propio Debord, se retractaría de aquel aguerrido graffiti, optando por impulsar la automatización industrial (primero) y, fomentar la «sociedad de Consejos» (después). Vaneigem, tampoco se despojaría de su ADN marxiano, inclinandose por los «Consejos Obreros» (primero) y, la autogestión generalizada (después).

Este enfoque miope, indudablemente obstruye la finalidad anárquica de demoler todo lo existente. Tal concepción, en lugar de poner fin a la llamada «contradicción fundamental» (capital-trabajo), destruyendo el trabajo y la economía y, como resultante el Capital, se plantea un falso dilema entre la gestión de la economía por la «burguesía» y la gestión/autogestión del «proletariado». De tal suerte, elige la forma sobre el contenido, dando paso a un «capitalismo autogestionado» (tal como sucedió en la revolución anarcosindicalista tras el golpe fascista de 1936) o imponiendo el «capitalismo de Estado» (Rusia 1917, China 1949, Cuba 1959, Nicaragua 1979…).

«Jeder nach seinen Fähigkeiten, jedem nach seinen Bedürfnissen» (De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades) es el aforismo que hace suyo San Charlie de Tréveris –tras plagear a Étienne Cabet y a Louis Blanc–anunciando el arribo de la «fase superior» del comunismo, una vez superado el principio rector de la «dictadura del proletariado» («A cada cual según su aporte» o, lo que es lo mismo «quien no trabaja no come»), período de tiempo indefinido donde, lejos de abolirse, la condición obrera se generaliza, exacerbando la explotación de los trabajadores en la producción eficiente de un «futuro mejor». Lo que en la práctica se traduce en más de lo mismo, es decir, en la continuación del Capital a través de medios pretendiadamente revolucionarios implementados en torno a la división entre dirigentes y ejecutantes.

¿Qué producen las revueltas contemporáneas? ¿Para quién trabajaban los apasionados communards de nuestros días? Probablemente, estas sean las preguntas generadoras iniciales que nos ayuden a formular nuevos cuestionamientos y a enlistar dudas, temores, reflexiones y propuestas, desenredando los hilos negros de nuestra historicidad. Así y sólo así, podremos entrelazar la nueva trama y la urdimbre de las luchas venideras. Ese tejido negro irá tomando el cuerpo polimorfo que le vayamos concediendo sin seguir viejos patrones. Ya no tendremos que continuar remendando aquel trapo arcaico que fuera confeccionado hace siglo y medio en la rueca y el telar. Aquel tejido tuvo su propio tiempo. Las nuevas tramas anárquicas solo podrán advenir de manera disruptiva, desde un ethos que reafirme la necesaria destrucción del trabajo y la potencia del fuego liberador. Continuar en la repetición y el estancamiento actual, podría remitirnos a la regresión histórica: la imposición del fascismo global (pardo y/o rojo).

Es preciso agudizar nuestros sentidos para saber distinguir los olores y avizorar el cocido. El aroma del fuego siempre nos indicará qué se está cocinando. No se trata de rechazar el platillo una vez que esté servido sino de interrumpir su cocción. El aroma azufrado de la combustión del petróleo y sus derivados, provoca una inconfundible sensación olfativa que incita cierto estado transitorio de euforia y nos expide, de forma inconsciente, una sucesión de imágenes asociadas que producen infinito placer: un cuartel en llamas, una prisión reducida a cenizas, un conglomerado de antenas calcinadas, una patrulla incinerada o un bello centro comercial carbonizado. Ese devenir-fuego –que ilumina la noche– provoca una conmoción liberadora que no puede propiciar ningún otro medio, ninguna máquina de guerra. Innova un gesto que hace perceptible la anarquía a través de las flamas de la devastación.

Gustavo Rodríguez
Planeta Tierra, 1º de septiembre 2020

(Extraído del folleto «El aroma del fuego: la rabia de la desesperanza en un mundo tripolar», septiembre, 2020.)


1. Rimbaud, Arthur, Iluminaciones, Cartas del vidente, Ediciones Hiperión, Madrid, 1995.

2. Id.

3. El vocablo «trabajo» tiene tres raíces europeas que han permitido el acomodo semántico del término en diferentes lenguas: Ergon en Griego, Laborare en Latín y, la olvidada Tripalium (también en latín pero con un origen mucho más lóbrego). En lengua inglesa, la palabra «work» está asociada a la raíz latina de la palabra Laborare que significa «labor», aunque su traducción literal sería «labor difícil», de ahí la expresión «labor de parto». Esta raíz latina es el origen de una variedad de palabras, incluyendo «colaborar» y «elaborar». Hannah Arendt, echa mano de esta raíz etimológica para justificar el trabajo, argumentando que tiene un rol en el «proceso de la fertilidad vital» (La Condición Humana, Paidós, Barcelona, 1993). En realidad, es evidente que sí existe una abismal diferencia entre los vocablos Tripalium y Laborare (o Ergon en griego) y, esta radica en la ancestral división social (y sexual) del trabajo con el arribo de la agricultura: un sector «destinado» a cumplir con la obligación dolorosa del trabajo (Tripalium), perdiendo toda libertad; y otro, «elegido» para la labor creadora (Laborare) en plena libertad.

En Europa, se tiene evidencia del uso punitivo del tripallium por lo menos hasta el año 578, mientras que en América se documenta el empleo de este instrumento de tortura en la década del ochenta del siglo XIX y, en Mauritania aún se utiliza para “disciplinar” esclavos y (particularmente) esclavas que se niegan a cumplir con las exigencias de sus amos a pesar de que la esclavitud fue abolida por ley en 1981.»

4. Freeman, Elizabeth, Time Binds: Queer Temporalities, Queer Histories, Duke University Press, Durham, 2010.

Bienvenidos al Futuro —en transición al neo-feudalismo

Escrito por el compañero Nihil.


Bienvenidos al Futuro

en transición al neo-feudalismo

Trabajo: Lo que los datos de LinkedIn nos muestran sobre ...

Solamente puedo reproducir lo que veo, lo que pienso y,

decirlo más exactamente, lo que pensamos NOSOTROS”

Me acordé de determinado cuadro en el museo (se trataba de una asociación de contrastes):

una calle del siglo XX, una policroma confusión de

hombres, engranajes, animales, pasquines, árboles, colores y pájaros…

¡Y aquello había existido realmente!

Me pareció tan inverosímil y absurdo, que no pude dominarme,

y prorrumpí en una sonora carcajada”.

D-503i

Desde hace algunos años, la máxima prioridad de los gobiernos y las empresas ha sido acelerar la transformación digital para, acelerar (valga la rebusnancia) el desarrollo global. Además de la industria farmacéutica, la otra gran ganadora debido a la pandemia es la tecno-industria. Ya se comienzan a hinchar sus carteras gracias al “apoyo” de los servicios de la digitalización global.

Poco antes de la llegada del año 2000, cuando un supuesto colapso en los computadores de entonces por no programar dicho año ocasionaría fallos catastróficos si no se corregía a tiempo; platicaba hasta la divagación con un compañero sobre dicha situación, y terminé concluyendo que “el día en que el sistema acabe con la convivencia física entre humanxs, sería el comienzo de una nueva era”, en ese momento aún no me percataba que estábamos en la antesala de la era digital: en los albores de la Cuarta Revolución Industrial.

Una suerte de revival de la distopía iniciada a finales del s. XIX con el inicio de la Segunda Revolución Industrial (1870-1914), ha tomado vida hoy. El arribo de esta nueva distopía pareciera que nos conduce a reflexiones catastróficas, apocalípticas, fatalistas, pesimistas, etc. A lo largo del tiempo la hemos percibido como una ilusión, similar a la supuesta caída del capitalismo “predicha” desde los tiempos de Marx. Sin embargo, lo que vemos es que el mercantilismo actual va hacia la liberación económica tal como lo teorizara Hayek; es decir, parece que este tipo de capitalismo como lo hemos estudiado y conocido, ha sido una puesta a prueba a propósito y que, con la programación de la generación millenial y el avance tecnológico, ahora sí están listos para dar el siguiente paso, a menos que sectores de la alta burocracia se opongan reciamente y sigan con la idea de mantener a los Estados como unidad rectora y dominante; lo que podría reforzar la propuesta del nuevo populismo que va promoviendo Michael Onfray, mientras que los millenial más en sintonía con los libertarianos van empujando a lo primero; pero también hay un reacomodo en las elites y la imposición de nuevas teorías, pues no solo han surgido estos dos grupos antagónicos (que por cierto, afirman que el debate izquierda-derecha está agotado o desfasado en la era digital), sino que también salen a la luz los denominados NRX en el que aparentemente se conjugarían ambas ideas, es decir, hacer Estados-empresas, según la división geográfica-política actual y, cabe destacar, que es muy probable que los “movimientos ciudadanos” también se actualizarían como los llamados anti-extinción, que serían los que se acomodarían a cualquiera de estas tendencias, siempre que se asegurara la supuesta sostenibilidad y la perpetuación del ser humano sobre el planeta.

Por si fuera poco, habría que añadir la dosis permanente de series y programas distópicos que inundan las plataformas streaming que inyectan a la sociedad, como parte de un adoctrinamiento para mentalizar a la gente y acostumbrarlas a asumir cualquier hecho catastrófico ocasionado por el Sistema de dominación, donde este mismo termina siendo el héroe capaz de salvarlos, como el caso de la actual pandemia.

La Tormenta Perfecta

el etnocidio puede tener un giro positivo, el etnodesarrollo”.

MIA-FONATURii

El toque final que ha permitido consolidar el control y la vigilancia ha sido la pandemia. Sin duda, jugada maestra del sistema de dominación para forzarnos a la adaptación a esta nueva era.

Bajo la muletilla de mantenernos sanos y seguros, han creado una hipnótica obediencia que, ante la infinita repetición, normalizaremos poco a poco la ausencia de contacto afectivo: visual, interacción física o verbal; además de que todo lo que tocamos masivamente ahora será objeto de miedo; es decir: el fin de la convivencia social. De esta forma nos resetean el chip para la aceptación de la nueva normalidad de obediencia y confinamiento, con el Internet como aliciente contra la ansiedad y la depresión provocada por el incremento de soledad. Con el engaño de que la rápida migración a las nuevas tecnologías digitales originada por la pandemia será la clave para la recuperación.

El estudio sobre conectividad Mobility Report 2020 de Ericcson, menciona que México será de los primeros países de LaTam en conectarse al 5G y el Estudio de Hábitos de Usuarios de Internet en el país, indica que actualmente hay más de 80 millones de usuarios que se conectan vía smartphone (92%), teniendo como actividades el acceso a redes sociales (82%), mensajes (78%) y streaming de películas y videos con 65%.

Esta sociedad online, junto a la nueva clase productivaiii, es la que nutrirá y mantendrá en funcionamiento los neo-feudos y la sociedad terrenal –offline, los que estaremos en el rezago digital o navegando dentro de los limites como excluidos digitales; los salvajes que aprovecharemos la oportunidad no solo para sobrevivir fuera del radar del control digital sino para mantener la insurrección permanente sin tregua. Evidentemente, en este momento resulta imposible el sueño de la autogestión hasta no concretar la destrucción total del Sistema de dominación.

El sentido común como primera línea de defensa (y ataque)

En estos días de pandemia, nos ha tocado ver al anarquismo en la vidriera de la tienda de regalos. Se ha estado vendiendo con la etiqueta roja de liquidación junto a otras mercancías ideológicas como «alternativa» políticamente correcta; orientado a la positividad, la construcción, la cooperación, los cuidados, la integración y, la reforma, en busca de aceptación social y «alianzas estratégicas»”.

Gustavo Rodríguez

Pena ajena nos provoca ver como los changarros alternativos de los entrepreneur´s de la fauna “anárquica” se acomodan a vender sus mercancías en la era digital; es decir, como presentan sus proyectos pretendidamente anarquistas a través de los mismos medios que los espían y les hace su “perfil” para mantenerlos en una burbuja, aislados de otros segmentos. En este sentido, el movimiento local es más un cuerpo avejentado con una supuesta vitalidad activista que se va moviendo según la marea, tomando la senda que les impone el Sistema. Para decirlo, en palabras del compañero Gustavo Rodríguez: “…una extensión «mejorada» de la misma que emplea tácticas idénticas (al Sistema) en busca de aprobación y legitimación, develándose como un pulcro y eficiente vendedor de la tienda de regalos.”iv

Quien más que el Sistema, desea curar al movimiento de la enfermedad de la insurrección anárquica; depurarlo de esta infección maligna para absorberlo y diluirlo en el más sumiso ciudadanismo, transformándolos en inofensivas criaturas estereotipadas e imitadoras; vieja costumbre adquirida que ha venido destruyendo de forma reiterada nuestras tendencias impulsivas, salvajes, y naturales cargadas de sentido común. Una buena parte de este cuerpo envejecido se ha perdido en indecisiones y perplejidades en torno a la practica anárquica que ya debieran estar engranadas en su propia naturaleza.

Reitero lo dicho por el compañero, con el ánimo de originar una propuesta al anarquismo ucrónico (los que puedan recordar, valorar y establecer una acción), capaz de abandonar esta mala costumbre, de olvidar los discursos abstractos y aprovechar las oportunidades prácticas; es decir, concretar nuestro campo de acción, de acuerdo al contexto individual y la propia creatividad (que tanta falta hace) abocados a los actos de insurrección no solamente cuando los mítines y manifestaciones lo propicien, sino de manera permanente. Nuestro sentido común debería operar bajo la pauta de reconocernos en esta situación e impulsarnos a relegar esa emulación en pequeña escala con la sociedad capitalista, claro está, esto solo es posible si en realidad desean no preservar y revitalizar ese cuerpo avejentado en que reposan y les convida a dar bandazos cada vez que una simple palabra proveniente de trincheras ajenas les excita, desviándose del camino negro y la praxis anárquica insurreccional, sino renacer de las cenizas como siempre hemos hecho en nuestra historia.

Quizá todo lo anterior a muchos les parezca una fantasía, pero considero que lamentablemente siempre hemos tenido mayor habilidad para desarrollar nuestros antagonismos que nuestros afectos; sin embargo, entiendo que si verdaderamente buscamos la liberación total debemos encaminar todos nuestros esfuerzos hacia una ruta compartida. El compañero Kosta Cavalleri, junto a Bonanno y otrxs compañerxs, ya habían hecho una propuesta a fines de los 90`s; pero lo mío es solo una invitación a todxs lxs que navegamos en la Tendencia Informal, y seguiremos dicho camino (con particular coincidencia con las propuestas del compañero Gustavo) conservando intacto el mal sabor de la derrota de aquellxs afines vencidxs a través del tiempo; las llamas de la insurrección han inflamado mi pecho y me incitan a cultivar el fuego hasta descabezar a la Dominación y arrojarle su cabeza a lxs ciudadanxs que lo adoraron de rodillas.

Desde algún lugar, infectado por la pandemia

Nihil

Julio de 2020

Principio del formulario

 

i Nosotros, Yevgueni Zamiatin, Akal 2008.

ii Aunque quisieron componer la frase emitida tras la lluvia de críticas, ya está dicho y es la idea general del gobierno PEJISTA o de cualquier otro.

iii El filósofo francés Paul Virilio, hacía una comparación de los empleos laborales del s. XX e inicios del s. XXI, con los campos de concentración de la 1ª. y 2ª. Guerra Mundial, en el que este formato laboral era una especie de evolución de dichos campos. Ver, El Arte del Motor, Aceleración y realidad virtual. Ediciones Manantial, 1996, Buenos Aires, Argentina.

iv La capacidad heurística de la anarquía, disponible en: https://anarquia.info/la-capacidad-heuristica-de-la-anarquia/