México: Carta en solidaridad con la compañera Anna Beniamino

Querida Anna, somos un grupo anárquico informal integrado por mujeres que acciona en México, motivadas por las tesis insurreccionalistas y la ilegalidad anarquista. Nos hemos conformado así por una cuestión de afinidad y no porque creamos que no debemos trabajar con compañeros hombres, de hecho, en diferentes ocasiones nos hemos coordinado con otros grupos de compañeros para accionar de manera más potente. Algunas somos lesbianas, bisexuales, poliamorosas, queers y otras somos tan putas que construiríamos un barco si renaciéramos mañana en la Isla de Lesbos por tal de no renunciar a tener sexo con hombres. Lo que esperamos que deje en claro que nuestra “afinidad” no se fundamenta en las preferencias sexuales sino en las ideas que nos impulsan y en la confianza que nos tenemos una a otra en el momento del ataque.

Después de esta aclaración, queremos expresar (pública y abiertamente) nuestra solidaridad contigo, no porque seas mujer ni porque te consideremos “víctima” al encontrarte presa de las garras del Estado sino por tu posicionamiento anárquico en guerra permanente contra el sistema de dominación. ¡Celebramos tu convicción ácrata y tu honesta valentía!

Tus palabras sencillas, reafirmando tu anarquismo sin acotamientos sectoriales y sin caer en la tan desprestigiada corrección política y sus convenciones lingüisticas (“gender-friendly”), nos han tocado en lo más hondo. Por eso no quisimos dejar pasar la oportunidad de darte respuesta pública, evitando que tus ideas y convicciones se pierdan en el mar de cartas, manifiestos y comunicados que circulan en nuestras redes. Esperamos que tu carta y nuestra respuesta inviten a la reflexión a todas las compañeras que en busca de la anarquía han quedado atrapadas en un sucedáneo reformista al servicio de la dominación, inmovilizadas en la “degeneración”, “entre el orgullo y el victimismo de género”, como explicas en tu carta.

Lo dijimos antes y lo repetimos ahora: “Nosotras no somos feministas. Somos ANARQUISTAS. Por eso luchamos contra el patriarcado, no por el feminismo. El feminismo es una ideología más al servicio del poder. El anarcofeminismo es una desviación setentaiochera, una de las mil desviaciones de la gran proliferación de corrientes en el movimiento. Una más, como el anarco-cristianismo, el anarco-sindicalismo, el anarco-pacifismo, el anarco-leninismo, el anarco-islamismo, o cualquier otra de las muchas que acusan algunos compañeros, solo que por ser políticamente correctos nunca incluyen este tema y prefieren dejarnos a nosotras la tarea.[ii]”

Y nos parece necesario repetirnos porque nuestra declaración (como tu carta ahora) fue ignorada por la mayoría de los medios anarquistas, dándonos cabida los más afines únicamente, pero también fue cuestionada y hasta atacada. Lo curioso es que no fuímos cuestionadas por las presuntas “agredidas” sino por algunos machos redimidos que se asumen “anarco-feministos” resultando “más papistas que el Papa”. Lo más oscuro del asunto, es que ahora es más difícil identificarlos porque en sus delirios de arrepentimiento ya no escriben con la “e” ni con “x” o la “@”, buscando la neutralidad del lenguaje, sino que escriben en femenino, o sea, haciéndose pasar por mujeres.

Las más veteranas de nuestro grupo comenzamos nuestro andar antiautoritario a principios del 2000 atrapadas en los discursos izquierdistas que imponían esa sectorización de la guerra (obrera, campesina, indígena, feminista, LGBT) que tú denuncias, adaptando las viejas teorías leninistas a los “nuevos tiempos”. Eran los nuevos trajes de la socialdemocracia a la venta en el mercado de las ideologías que se exhibían en la pasarela internacional de la “Nueva Izquierda”.

En ese ambiente lastimoso fue nuestra exploración en el “anarco-feminismo”, atrapadas en la corrección política (lenguaje incluyente, tranversalidad, derechos y mucha victimización) y la actividad política del militantismo feminista. Lo más dramático de esta mimetización fue asumir el desvergonzado culpismo izquierdoso. Precisamente, la izquierda leninista fue la que siempre priorizó la lucha obrera por encima de todas luchas, mientras que desde la guerra anárquica estuvo siempre presente el cuestionamiento y el enfrentamiento a toda dominación, incluida la dominación sexista.

Lo más triste del anarco-feminismo como estrategia desviacionista fue que abandonó la conflictividad anárquica reduciendo nuestra guerra a un listado de peticiones que la dominación ágilmente transformó en “derechos” imponiendo nuevas leyes y nuevas normas, maquillando la opresión.

“¡La guerra es para hombres: apesta a testosterona y adrenalina! Lo nuestro es predicar la paz y exigir derechos, sin reflexionar a quién van dirigidas nuestras peticiones”.

Sí eres mujer debes unirte al rebaño de la bandera púrpura (sea con veladoras o con antorchas) y abandonar la guerra contra toda autoridad.

“Lo nuestro es organizarnos como mujeres por nuestros derechos y si de paso votamos porque otra mujer ocupe un cargo político mejor aún, no solo vamos a estar bien representadas sino que vamos a tener una verduga que comparta con nosotras esos días de mestruación que siempre le daran un poquitín de sensibilidad al momento de patearnos y encarcelarnos”. Vamos, que eso de tener dos chichis nos hace siempre sororidarias.

Por eso cuando pedimos en las marchas “Aborto libre, seguro y gratuito” es intrascendente quién es el destinatario. Nada… que tampoco hay que ponerse tan reflexivas. Ninguna tiene que detenerse a pensar que con derechos y leyes no solo reafirmamos el sistema de dominación sino que le facilitábamos una nueva máscara para disfrazar la opresión.

¡El feminismo “radical” ha sido recuperado por la dominación!

Lo mismo ocurre en la “escena LGBT”, todo ha sido asimilado. El sistema de dominación ha recuperado las luchas. Ha convertido a gays, lesbianas y trans en activistas y políticos. Ahora son policías, soldados, diputadas, senadores, padres de familia, etc.

Cuando pedíamos en las marchas “derechos LGBT”, “matrimonio igualitario”, “derecho de adopción” y “derechos conyugales”, nadie se detuvo a pensar que con “derechos y leyes” reafirmamos el sistema de dominación. La “lucha” LGBT es por reformar las instituciones no por destruirlas. El nuevo orden político LGBT se ha convertido en otra máquina recuperadora del sistema de dominación.

Por eso necesitamos recobrar nuestra furia destructora como anarquistas sin acotamientos sectoriales, convencidas que nuestra guerra es contra toda autoridad y en esta encomienda tendremos que ser decididamente violentas, “hermosamente violentas, hasta que todo reviente”.

¡Destruyamos todo lo que nos domina y condiciona!

¡Solidaridad anárquica con Anna, Silvia, Natascia, Lisa y Anahí!

¡Solidaridad anárquica con todas los compañeros y compañeras presas alrededor del mundo!

¡Contra la civilización patriarcal!
¡Por el control de nuestras vidas!
¡Por la destrucción del género!
¡Por la tensión anárquica insurreccional!
¡Por la Anarquía!

¡Fuego a todo lo existente!

F.B.I. (Féminas Brujas e Insurreccionalistas)
Ciudad de México, Jueves 8 de junio de 2019.

Degeneraciones: entre orgullo y victimismo de género por Anna Benniamino

Soy anarquista, no soy feminista porque percibo el feminismo como un retroceso sectorial y victimista, nunca he hecho discriminación de género aunque no utilizo convenciones lingüísticas gender-friendly, por el contrario utilizo a menudo un lenguaje grosero y políticamente incorrecto. Considero que en la aspiración a la anarquía, es decir en la práctica de relaciones antiautoritarias, está ya contenida y ha de ser cultivada la anulación de los privilegios y opresión de género. Ah, se me olvidaba, detesto la autoconsciencia en sede pública y asimismo considero las asambleas un instrumento romo. Entiendo y tengo la voluntad de encuentro, pero veo como demasiado a menudo el momento asambleario decae en la autorrepresentación estéril. Ahí lo tenemos, en estos tiempos se arriesga deber abrir con un preámbulo como éste para meterse en el jardín de los lugares comunes sobre género y feminismo, desenmarañándose en la enmarañadísima incapacidad e ineptitud para relacionarse en la nebulosa anarquista, con una variabilidad de comportamientos que va desde la hiperemotividad al burocrático cálculo de la posición a asumir (y del nivel de acuerdo negociable) en una lucha. No creo que comportamientos autoritarios y sexistas se combatan tratando de difundir nuevas convenciones lingüísticas y recalentando en salsa alternativa cachitos de retórica indignada mainstream (entre #niunamenos, contadores de feminicidios en tv, el orgullo, zapatitos rojos y bandas arco iris).

Más bien sería necesario reconocer éstos como indicios de la enésima operación en marcha de deconstrucción de los significados reales y de recuperación. O sea, creyendo oponérseles, de hecho se está adaptando a los mismos códigos comportamentales y normativos concedidos por el dominio como válvulas de escape de la tensión.

No es ninguna novedad que el poder económico y político tiende a fagocitar y redigerirlo todo, cada vez más rápido, véase por ejemplo las perlas de neoconservadurismo y conformismo antisexista, antirracista y todo el resto que a diario son regaladas con generosidad por los medios.

Un malentendido inicial creo que es la incapacidad de situar determinados comportamientos, reduciendo a clave de problemas de género cuanto debería ser proprio de una más amplia crítica en sentido antiautoritario de las relaciones y de la capacidad de comunicación e interacción entre individuos.

Sería necesario dejar las categorizaciones por géneros, tipo LGTBI (XYZ…) a quien siente la necesidad de ser categoría protegida, dentro de encasillamientos dignos más de una clasificación linneana de las variedades de combinaciones entre individuos que de cuerpos y mentes libres. Nos hallamos sin embargo teniéndonos que confrontar con tales encasillamientos en ámbitos antiautoritarios, que deberían haber interiorizado ya el rechazarlos.

Vaya como inciso que estoy bien lejos de pensar que los denominados espacios liberados lo sean realmente siempre, por el contrario a menudo se convierten en aparcamientos de malestares diversos que en lugar de elevar la calidad de vida y de relaciones arriesgan bajarla aún más.

Por ejemplo no es posible leer en clave de sexismo, imposición autoritaria o violencia de género toda incapacidad de interactuar precisamente en el ámbito asambleario: leo en un folleto1 en circulación el año pasado, para estigmatizar la violencia latente en las relaciones entre compañeros “entonces el más viejo ejercita poder sobre el más joven, quien tiene más experiencia se impone a quien tiene menos, quien es más fuerte a quien lo es menos, recreando en un espejo las relaciones del existente que se dice querer subvertir”.

La crítica pretendía ser a actitudes autoritarias en ambientes antiautoritarios y tendría un sentido, pero así banaliza y lo aplana todo: existe una diferencia fundamental entre imposición de la fuerza y expresión de la experiencia. La incapacidad de expresarse o de hacer no es autoritaria o antiautoritaria y no puede más que resolverse individualmente… si no se llega al idiotismo del elogio a la incapacidad y a la inacción.

El concepto de violencia emotiva o de violación de la integridad emocional es como mínimo lábil, ¿por qué promover semejante análisis de pacotilla entre individuos antiautoritarios que deberían tener armas críticas y capacidad práctica de intervención mucho más punzantes? Además vaciando de significado la violencia súbita y brutal con la que se equipara. ¿Cómo pretendemos comprometernos en una lucha sin cuartel contra la autoridad y disertar sobre violencia revolucionaria y liberadora si no alcanzamos siquiera a reaccionar individualmente a un “comentario no demandado por la calle” (tomándolo por lo que es. Y tratando consecuentemente a quien lo ha proferido) o a sostener una discusión acalorada, en un encuentro, sin recurrir al pretexto de la sensibilidad mancillada? ¿Por qué tenemos que vernos leyendo la desconcertante y palmaria idiotez que aconseja, para evitar un aborto no deseado, hacer el amor con una mujer 2 ? ¿Por qué codificar preferiblemente en ámbito de género, para “bandas de mujeres” sólo, como conquista, la autodefensa frente a agresiones y molestias? ¿No es acaso un problema común a los géneros, entre seres liberados?

¿Por qué desempolvar del armario del feminismo de los años 70 sus productos más ajados como el de los encuentros separados… llamándolos incluso work-shop/Taller (feísimo término que conjuga trabajo y negocio, tomado de las convenciones empresariales e indigno de la libre discusión)?

El espectro de un mecanismo reductivista y banalizante similar lo leo en otra publicación reciente, la edición italiana de los textos reivindicados por las Rote Zora3 , o sea el intento de sensibilizar sólo a un público feminista sobre un grupo de mujeres practicantes de la lucha armada en los años 80/90 en Alemania, de fortísimo interés en algunas temáticas feministas, insistiendo en la opción de género como una discriminante privilegiada y para sacarlas del olvido… visto que no se querría “que entre a formar parte de la historia oficial. Aquella escrita por los hombres”4 … ¿Cómooohh?!? ¿No será que la historiografía oficial tiende a no tratarlas por furiosas, no feministas furiosas? ¿Del mismo modo que no trata o tergiversa la historia, las acciones, los escritos de tantos otros furiosos y furiosas? La visión parcial no es de las Rote Zora, que experimentaron un recorrido propio de lucha y liberación individual y colectiva en el ámbito de una más amplia acción antiimperialista y anticapitalista, sino de quien trata de hacer de ellas una bandera para dar mayor credibilidad y peso específico a su propia teorización, encima para reducirse después a buscar “trayectos de autodefensa”.

¿Por qué enrocarse en un discurso “feminista y lésbico”5, por qué otra jaula protectora, en vez de desarrollar la belleza y los infinitos principios más avanzados de crítica al dominio (no sólo de género) ofrecidos y experimentados?

La “sororidad” me ha parecido siempre una forma de alienación alusiva a alianzas políticas trasversales entre oprimidos y opresores, entre bandos adversos… “interclasistas”, como se ha vuelto de moda llamarlas. En estos días me ha llegado también un librito6 que recogía las entrevistas efectuadas por una feminista italiana a unas supervivientes de la revolución española de 1936, buscando una discutible “sororidad” entre anarquistas implicadas en el frente (y en la retaguardia con Mujeres Libres), poumistas y estalinistas. Era sin embargo significativo que las revolucionarias anarquistas casi centenarias fuesen mucho más lúcidas y abiertas en la crítica a los límites del feminismo que su entrevistadora, empapada de los lugares comunes de los años 70: con la tranquilidad extrema de una vida vivida plenamente, conseguían explicar con sencillez la relación paritaria entre compañeras y compañeros, cómo consiguieron ridiculizar y neutralizar los machismos que emergían de entre los más retrógados y estúpidos de entre sus compañeros. En definitiva las prácticas y la aportación teórica de estas mujeres son mucho más avanzadas en el camino de liberación del individuo y en la negación de dinámicas autoritarias que las de las feministas que picotean sobre sus experiencias, defendiendo simulacros de lucha en vez de la propia lucha. La necesidad de autos de fe, la “deconstrucción de los privilegios propios del macho”, la búsqueda de espacios de discusión separados, la autoconsciencia y autoanálisis en sede publica parecen un tanto demasiado el signo de estos tiempos de sobreexposición e inconsistencia, abanderar “luchas” por categorías y luchas interiores para acabar por no luchar por nada.

Anna

cárcel de mujeres de Rebibbia

octubre 2018

tomado de VETRIOLO, giornale anarchico, invierno del 19, número 3


1.  Violenza di genere in ambienti antiautoritari ed in spazi liberati. Edición italiana traducida del español en 2017

2. Critica all’aborto, Jauria, Pubblicazione transfemminista per la liberazione animale, n.º 1, verano/otoño 2015

3. Rote Zora – guerriglia urbana femminista, Autoproduzione Femminista, 2018

4. De la introducción del mismo libro

5. Que entre otras cosas las propias Rote Zora no consideraban caracterizador. De la entrevista a las Rote Zora de 1984: “Algunas de nosotras tienen hijos, muchas otras no. Unas son lesbianas, a otras les gustan los hombres” pág 51, ibídem

6. Donne contro, Isabella Lorusso, de. CSA editrice, 2013